El viernes 13 de noviembre desde la Inspección General de Trabajo y en coordinación con el MSP, lanzamos el Operativo Trabajo Responsable. Los
datos de evolución de los contagios de COVID 19 indicaban un proceso de crecimiento que las siguientes dos semanas no han hecho otra cosa que confirmar.
Desde los primeros días de declarada la emergencia sanitaria se aprobaron en el marco del Consejo Nacional de Salud y Seguridad en el Trabajo
(CONASSAT), de integración tripartita, los protocolos sanitarios que debían observarse en los lugares de trabajo.
Estos protocolos están plenamente vigentes y deben ser cumplidos para evitar la expansión de la pandemia. En los meses sucesivos se adoptaron
nuevos protocolos más específicos para atender las peculiaridades de los diferentes sectores de actividad (la construcción, el comercio, la educación, etc).
En forma paralela, la Inspección General de Trabajo mantuvo su actividad durante todos estos meses para garantizar los derechos y las obligaciones de trabajadores y empleadores. Uno de los pocos casos en la región, en donde en la mayor parte de los países se suspendió justamente por razones sanitarias esta actividad.
Pues bien, ante el incremento de los contagios, adoptamos una intensificación de la actividad inefectiva con foco en el control del cumplimiento de los
protocolos sanitarios. Estos no son particularmente complejos; debe utilizarse el tapabocas tanto para los trabajadores como para los clientes, debe
mantenerse el distanciamiento y, por lo tanto, en el caso de lugares de atención al público, también el aforo.
Deben cumplirse con certeza las medidas de higiene vinculadas al uso de alcohol en gel, lavado de manos e higiene general y reiterada de los objetos que se manipulan.
Pues bien, a dos semanas de instrumentación de esta campaña, los datos de la actividad inspectora son preocupantes para todos los uruguayos.
En efecto, el incumplimiento ha alcanzado casi el 60%, es decir que en seis de cada diez lugares de trabajo inspeccionados se encontró con el incumplimiento de alguna de las medidas exigidas.
Todos sabemos que la situación genera fatiga, cansancio y provoca un aflojamiento, muchas veces inconsciente, en la adopción de las medidas. El
paso del tiempo produce un desgaste en la observación de exigencias molestas que, por otra parte, obligan a cambiar costumbres muy arraigadas tanto
en la sociabilidad como en las propias características físicas que implican.
Sin embargo, no menos cierto es que está comprobado que las medidas adoptadas en los protocolos están directamente vinculadas con la posibilidad de
reducir los contagios.
Efectivamente, más allá de algunas afirmaciones aisladas irresponsables, no hay duda de que el uso del tapabocas reduce significativamente la posibilidad del contagio.
Del mismo modo, el mantener las distancias, evitar los saludos por medio del beso y multiplicar las conductas de higiene como el lavado de manos reiterado, se ha comprobado que impactan en la prevención de la expansión del virus.
Por eso, estas dos semanas de control específico de las normativas sanitarias en los lugares de trabajo nos llevan a reiterar con cada vez mayor énfasis que estas conductas deben reinstalarse con particular cuidado y convicción.
La libertad alcanzada, la reactivación productiva y laboral que en nuestro país hemos conseguido con el esfuerzo conjunto de la ciudadanía y las orientaciones del gobierno, debe protegerse. Estamos muy cerca de perder lo alcanzado.
Ya los números de estos últimos días indican que nuestra sociedad está viviendo una expansión del virus que no había alcanzado tales niveles desde que
se detectaron los primeros casos en nuestro país. Tenemos que cumplir con las normativas existentes, porque de no ser así, tendremos que retroceder en
el nivel de actividad alcanzado.
El retroceso en la actividad económica y laboral tendría costos imposibles de ignorar. Por eso, el gran esfuerzo es de todos.
El éxito obtenido en los meses anteriores fue el resultado de un esfuerzo colectivo. La posibilidad de revertir la tendencia, aplanar la curva de contagios y retomar el camino del control de la enfermedad también depende de un esfuerzo colectivo.