Este 10 de diciembre Día Internacional de los Derechos Humanos, la Cátedra Washington Benavides organizó la presentación del Libro “Cine de planchada” 10 años de cine en el penal de libertad, escrito por Guillermo Reiman
Será este martes 10 de diciembre a las 19 hs en el local de la Cátedra, Herrera 240 Guillermo Reiman vio lo mejor del cine del siglo XX encerrado en el Penal de Libertad, en dictadura. El cine fue una de las actividades “de esparcimiento” que se mantuvo en el tiempo. Se incorporó al Penal cuando el proyecto represivo aún se estaba ajustando, al principio las películas eran de la Cinemateca Uruguaya. “En 10 años tuvimos 400 sesiones”, expresó el periodista y exmilitante del Frente Estudiantil Revolucionario.
Reiman relata sus memorias en torno a esta experiencia en el libro Cine de planchada borda la conexión que generaban las imágenes proyectadas ante aquel público y en aquella sala – la planchada- , el punto de encuentro entre aquel cine y su público, en aquel entorno. Junto a otras manifestaciones artísticas, como la música, la literatura,la pintura o las artesanías, aquel cine carcelario formó parte de un universo contracultural de resistencia al sistema de reclusión imperante.
“No sé si este libro se empezó a escribir cuando empecé a anotar las películas que veíamos en el Penal de Libertad, o si fue hace un par de años cuando desempolvé esos papeles y cuadernos que lograron salir del Penal, que parecían decirme: ¿y para cuándo? Encaramos, por fin encaramos”. Expresa Reiman.
Pero la planchada es algo más que un espacio físico dentro de una cárcel. Es otra dimensión del devenir de la vida carcelaria. Es el ámbito donde se cruzan las miradas de los compañeros cuando trasponen las puertas de sus celdas. Allí el prisionero observa a sus pares y obtiene una noción de conjunto, de hermandad colectiva, y puede gratificarse a través del intercambio de un gesto, una sonrisa, un saludo, cruzados con disimulo,claro está. Es el lugar de constatación cotidiana de que uno no está solo en esa cárcel.
Entre abril de 1973 y febrero de 1983 hubo 400 sesiones de cine en el Penal de Libertad. Hablamos de 360 largometrajes y 40 programas de cortometrajes (documentales de variado pelo o cortos de humor del cine mudo). Varios títulos se repitieron: algunos eran dignos de volverse a ver, los otros hubo que sufrirlos.
Como cualquier sala que se precie, la de la nuestra planchada presentó una cartelera irregular.
Allí vimos películas buenas, regulares y malas. Grosso modo, aquel cine atravesó por dos grandes períodos: durante casi cinco años en el abastecimiento de películas intervenían distribuidoras amigas y predominó un cine de calidad. Después, cuando la selección del material quedó en manos militares, el nivel decayó sensiblemente.





