Dr. Carlos Sarrosa – Médico-cirujano 24.12.19
Habiendo recorrido el campo médico-quirúrgico y oncológico del aparato digestivo por años, es mi deseo hacer ciertas apreciaciones.
Cuando una persona enfrenta un trastorno neoplásico, se aferra a la vida con todo su ser y lo transmite a quienes le rodean, creándose un clima de angustia, muy entendible.
En toda mi carrera siempre estuve junto al paciente explicando la realidad de la situación, no ocultando la gravedad del hecho. Puesto que la persona y su médico deben enfrentar el problema. La vida está en juego y cada uno debe poner su potencial para la lucha, o no se juega el partido. Con claridad, sin dramatismo, sin enfrentamiento y sí, comprensión porque todos estamos en la misma sintonía en la búsqueda de soluciones.
En el tratamiento oncológico hay límites que los da la erudición humana. Correspondiendo las perspectivas de sobrevida tocantes a la afección en curso. Involucrando el estadio evolutivo de la patología, el compromiso general generado al afectado y las posibilidades que puede ofrecer la medicina del presente. Hechos a ser develados, un conocimiento que es posible acceder en la internet, recurriendo a los centros más calificados del planeta.
Mientras todo trascurre bien, no hay problema, pero ante la recurrencia de la enfermedad, o de tratarse de un caso avanzado de inicio, allí aparecen los problemas, porque se va la vida. Entonces ¿qué hacer? El tiempo ha transcurrido, nuevos aciertos dan esperanzas al afectado en estas situaciones. Pero, hay límites en el conocimiento de qué hacer y los tratamientos son finitos.
Llegados a este abismo es donde surgen los grandes interrogantes donde la ciencia naufraga, impotente de curar y aparecen las supuestas drogas salvadoras o las investigaciones en curso.
Se entra en un laberinto de interrogantes y esperanzas que surgen de la búsqueda de cualquier cosa que pueda ayudar, pues la vida se va. Es allí donde se complican las relaciones buscando algo para hacer. Es en estos momentos donde hay que tomar conciencia con serenidad para ver y hacer las cosas con claridad, el médico, el paciente y su entorno. Sopesando qué más se puede hacer.
Con drogas en estudio y no confirmadas en su rendimiento, es allí donde hay que mirar detenidamente la letra chica sobre qué perspectiva ofrecen, sus complicaciones inmediatas y mediatas y la supuesta esperanza de vida que pueden aportar. Porque estamos ante una enfermedad avanzada y la curación no es lo esperado, sino una
sobrevida, en general, de muy corto tiempo.
Hay que ser muy cuidadosos, teniendo muy presente el estado del paciente, la afección en cuanto a su diseminación y la expectativa de sobrevida estimada ante esas circunstancias. Cabe preguntar qué ofrece lo nuevo. Si será posible tolerarlo. Con qué calidad de vida, sus daños colaterales y que, junto al sufrimiento, supere a la expectativa de vida.
No hay magia, hay realidades- Sin entrar en el terreno económico donde se necesita de honestidad en decir cuál es la realidad, si hay experiencia cierta y que la esperanza de vida, reitero, sobrepasa a las complicaciones, con una vida digna.
Hay también propuestas de medicinas alternativas o de otro tipo; donde la ciencia no tiene conocimiento, es un ambiente brumoso. Pero si el paciente asiente por otro recurso y está a su alcance, desde mi punto de vista, que haga lo que su conciencia le indique. Porque nadie es dueño de la verdad absoluta y la esperanza es lo último que se pierde.
Pero, tengamos en cuenta que, en los límites, no se puede tirar el manotazo porque no hay remedio y allí juega el juicio del médico, del paciente, de los que lo rodean y del conocimiento real de cada
propuesta, incluyendo qué es lo que ofrece, con un aval científico que lo apruebe. De no ser así, no tiene sentido.
A su vez, tendría que contar, en nuestro medio de información clínica concerniente a la evolución, de qué aconteció con los tratamientos de afecciones neoclásicas avanzadas donde, la ciencia ya dio todo y que han entrado en litigios por nuevos procedimientos.
Esto para saber cuál fue el resultado en sobrevidas, complicaciones y en sufrimientos, donde a veces, cuando llega el medicamento, el paciente no está más, o que no es racional por el esfuerzo y la expectativa creada, demostrado que no hay milagros. Para finalmente poder preguntar ¿valió la pena? Y hacerlo basados en los antecedentes existentes y no en un caso esporádico que no aporta evidencia.
Por lo tanto, no es un problema de legislar y decir hágase, sino de saber que lo que se hace es realmente positivo y sobrepasa al daño. Considero que este, es el enfoque del problema.