Hoy se cumplen 192 años de aquel hecho histórico para nuestra patria, que fue la Declaratoria de la Independencia. El proceso en el que se enmarca este acontecimiento tiene sus comienzos en las revoluciones orientales de 1811 al mando de nuestro prócer José Gervasio Artigas y culmina con la Jura de la Constitución en el año 1830.
La independencia de la Banda Oriental debe entenderse como una sucesión de hechos que no fueron casuales, sino que fueron acontecimientos que estaban guiados por un sentimiento de reclamo de nuestra soberanía. En este sentido las Instrucciones del año XIII fueron una clara manifestación de la voluntad de los orientales de poder decidir el destino de nuestro pueblo.
Tras el desembarco de los Treinta y Tres Orientales en Abril de 1825, ese pequeño grupo de valientes hombres dirigidos por Juan Antonio Lavalleja, juran liberar la patria, e identificándose con una bandera que proclamaba Libertad o Muerte se levantan en armas en la campaña de la Banda Oriental, llevando adelante una serie de victorias que desembocarían en la declaratoria de la Independencia.
Tras tomar el poder de casi todo el territorio Oriental se instala un Gobierno Provisorio en la Villa de la Florida que convoca a una Sala de Representantes con delegados de los pueblos orientales, para que esta redactase las leyes fundamentales del incipiente Estado Oriental. Esta Sala de Representantes nombra a Juan Antonio Lavalleja como Gobernador General de la Provincia Oriental.
El 25 de agosto de 1825 la Sala de Representantes dicta la Declaratoria de la Independencia, aprobándose tres leyes fundamentales: la de Independencia, la de Unión y la de Pabellón.
Se declara a la Provincia Oriental Independiente del Rey de Portugal y del Emperador de Brasil y de cualquier otro poder extranjero.
Con la ley de Unión elegimos permanecer unidos a aquellas provincias de sud América, reviviendo el afán de la confederación Artiguista. La Unión se elige como parte de un proyecto Nacional que reconocía la voluntad de construir una patria grande. Es la expresión del deseo federal que ya se había manifestado en el reglamento de tierras de 1815. La unión significaba reconocernos como hermanos de un conjunto de provincias que compartían un proceso de independencia.
La ley de Pabellón significaba dotarnos de un símbolo de identificación propio.
La Declaratoria de la Independencia es la continuación de la lucha de Artigas, es la continuación de la lucha por nuestra soberanía y tiene como principal consecuencia ser el punto de partida de la construcción de nuestra identidad propia.
Este hecho nos definió como nación independiente. Las mediaciones Inglesas futuras no hicieron más que colaborar en la consolidación del deseo Oriental de ser soberanos.
La importancia histórica de dicho acontecimiento se manifiesta hasta el día de hoy ya que los Orientales comenzamos a forjar institucionalmente valores como la libertad y la igualdad, que son en definitiva los valores que distinguen nuestra identidad nacional.
Quiero en el día de hoy hacer una breve referencia a la construcción de esa identidad nacional, esa identidad que ha sido el gran sueño de los orientales, el sueño de vivir una sociedad libre e igualitaria.
La historia del mundo moderno y de las ideologías, ha sido la historia de la lucha entre la libertad y la igualdad, es la lucha de cuanto estamos dispuestos a ceder de una en beneficio de la otra y es en esa lucha donde nuestra identidad nacional se forja y se distingue de cualquier otra. Existen en el mundo muchos países que se distinguen por depositar sus esfuerzos en la libertad, otros que ponen todo su empeño en lograr la igualdad, pero existen muy pocos en los que se encuentre la decisión popular de encontrar el equilibrio entre ambas.
Para asegurar la libertad nos abocamos a la construcción de nuestro Estado, que desde sus comienzos fue incorporando elementos del Liberalismo, como la separación de poderes, el gobierno representativo respetando la voluntad popular y la defensa de los derechos naturales como lo son el derecho a la vida y a la libertad.
Pero ser oriental significa más que solamente ser libres, y para ello fuimos otorgándole funciones a nuestro Estado vinculadas al Bienestar Social. Le dimos la potestad de distribuir la riqueza, de brindar educación y salud, de proteger a los trabajadores y otras funciones de contenido social.
Somos el país del mundo que en relación a su historia tiene la mayor cantidad años de derechos sociales consagrados y de libertades civiles aseguradas. Esa es la distinción propia del ser Oriental, no lo es la del Argentino ni la del Brasilero, ni la de ningún otro país de la región.
Somos una nación que tuvo políticas sociales antes de convertirse en país como tal, y eso nos hace únicos en el mundo. Basta con ver la política de distribución de tierras del período Artiguista.
Ese ha sido el elemento característico de nuestra identidad, el equilibrio entre el ser libre y el ser una comunidad socialmente justa. Desde el nacimiento de nuestra nación, la institucionalidad y el respeto a las leyes para asegurar tal identidad fueron nuestra obsesión y por lo tanto es un valor que debemos llamarnos todos los días a cuidar.
Ese es el gran deber nacional, cada uno desde el lugar que ocupa en nuestra patria, ya sea desde el banco de una escuela o desde el ejercicio del poder, debe guiar sus acciones bajo la idea de la libertad y la igualdad social.
Finalmente quiero destacar que los Orientales soñaron con una patria soberana, y dieron la vida por ella, tuvieron victorias y derrotas pero finalmente lograron la independencia de nuestro territorio. Somos independientes y construimos nuestra identidad a partir de todo lo hecho desde 1811 hasta hoy, y no debemos olvidar que todo comenzó con el sueño del jefe de los Orientales, José Gervasio Artigas, quien nos enseñó que personas humildes, en lugares pequeños pueden lograr cosas enormes si no abandonan sus sueños.