La toma de mando y la posterior caravana que consagraron a Luis Lacalle Pou como nuevo presidente de Uruguay, fue escoltada por una multitud de jinetes a caballo que recibieron la ovación de los presentes y que acredita que, para muchos, éste será el Gobierno del campo.
«Este es un regreso triunfal del campo porque este es el gobierno que lo puede cambiar todo», dijo el policía retirado Oscar Carlos, de 68 años, quien junto a su mujer participó de los festejos por la asunción del hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle (1990-1995).
La pareja, enfundada en una de las miles de banderas uruguayas presentes en la ceremonia, vive en Montevideo y no tiene vínculos con la actividad rural; sin embargo entiende que en los 15 años de gobierno del Frente Amplio «le han dado poca participación al campo», algo que esperan que cambie con el Partido Nacional en el
poder.
«Orgulloso de ser paisano y estar acá», exclama un jinete en medio de la algarabía de quienes los reciben en la ciudad al grito de «viva la Patria» y antes de ingresar al vallado que encierra al Palacio Legislativo, donde
se realiza cada cinco años la juramentación de un nuevo presidente.
Según la Guardia Republicana, cuerpo especial de la policía, fueron 3.680 los hombres y mujeres que se pasearon por Montevideo en la caravana que unió el Palacio Legislativo con la Plaza Independencia, y que el sábado por la noche tuvieron una velada exclusiva con Lacalle Pou y el pleno del gabinete en el predio de la Sociedad Rural. Subido a un imponente tordillo blanco, Gerardo Cabrera sostiene un cartel que dice: «Sabemos que no va a ser changa (fácil), pero tenés que buscarle la vuelta».
Junto a su grupo completó a caballo y en 12 días, los más de 500 kilómetros que separan a Montevideo del departamento de Rivera, en la frontera con Brasil.
«Fueron años complicados y muy olvidados por el tema de política de fronteras, algo que ya hablamos con este presidente para tener fronteras claras», afirmó el hombre de 64 años.
Buena parte del desfile fue organizada por integrantes del movimiento Un Solo Uruguay, que en 2018 realizó numerosas convocatorias en reclamo de reivindicaciones económicas y tributarias.
Estas movilizaciones motivaron la renuncia del entonces ministro de ganadería, Tabaré Aguerre, marcando además, de forma indirecta, la agenda política de cara a las elecciones del año pasado. Esa bronca la supo capitalizar Lacalle Pou, este abogado de 46 años que el domingo se convirtió en el presidente más joven desde que regresó la democracia en 1985, encabezando una coalición de partidos que resultó triunfadora en todos
los departamentos del país, salvo los dos más populosos: Montevideo y Canelones, bastiones frenteamplistas.
Si bien la coalición, denominada «multicolor», ha mostrado ya algunas contradicciones, los partidarios confían en la figura del presidente como armonizadora.
«Nadie que haya votado a la coalición, no quiere al Uruguay que soñamos», afirma Cabrera. Unos 150 jóvenes pertenecientes a la guardia de honor del presidente ofició de cordón humano que acompañó a los lados
al Ford Cabriolet modelo 1937 en el que se desplazó Lacalle Pou junto a la vicepresidenta Beatriz
Argimón.
Estos jóvenes reforzaron la fuerte custodia de la caravana, que contó con 1.400 efectivos, un número superior al que, por ejemplo, se destina al clásico del fútbol local entre Nacional y Peñarol.
«Gracias gurises», les agradeció un sonriente Lacalle Pou, quien en los primeros 100 metros señaló dos banderas con su dedo índice: una que le agradecía «por tu defensa del Uruguay productivo» y otra de Venezuela,
éste último, un permanente tema de confrontación con el Gobierno saliente durante la campaña.
REPUDIO A PIÑERA
La presencia de los mandatarios extranjeros también fue destacada por quienes se acercaron al evento.
El más aplaudido fue el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien incluso rompió el protocolo al acercarse a saludar a la gente, aunque sin dar declaraciones a la prensa.
«Bolsonaro es un presidente del pueblo y siempre ha ayudado al pueblo, lo que pasa es que hay partidos que no lo aceptan porque el hombre es muy frontal y a veces las cosas directas duelen», opinó Jesús Suárez, un
enardecido enfermero de 42 años, también nacido en Rivera, que pudo saludar al jefe de Estado brasileño.
Otro que saludó sonriente desde el interior del auto de la comitiva, fue el presidente de Chile, Sebastián Piñera, aunque él sí tuvo un fuerte repudio durante la caravana por parte de una columna que gritó «asesino», cuando
las cámaras apuntaban al vehículo que llevaba al mandatario uruguayo.
Otro grupo, al lado, exhibió carteles con los rostros de los desaparecidos de la última dictadura cívico-militar (1973- 1985), un gesto ignorado por un sonriente Lacalle Pou que, en su paso por la avenida Libertador, levantó pulgares a los balcones (muchos de ellos con banderas del Frente Amplio), guiñó el ojo y se golpeó el pecho.
Sobre la avenida surgieron muchos jóvenes, algunos de los cuales le reconocen al Frente Amplio sus primeros dos períodos de gobierno (2005- 2015), pero critican fuertemente la segunda administración de Tabaré
Vázquez (2015 – 2020), sobre todo en dos temas: la inseguridad y la presión tributaria. También algunos jubilados, como Eduardo Insaurralde, quien llegó de la ciudad de Minas y que considera que, «como
todo gobierno, el Frente Amplio tuvo sus cosas buenas y malas, pero considero que todo gobierno
que viene tiene que poner su granito de arena y así es como se construyen los países, espero que
Lacalle Pou continúe lo bueno y cambie lo malo».
La respuesta llegará el 1° de marzo de 2025, cuando finalice el mandato de Lacalle Pou, y el país cumpla 40 años ininterrumpidos de democracia.
(Sputnik)