“VOLVER A TACUAREMBÓ”
Madame Ivonne: La letra de este tango (año 1933) es de Enrique Cadícamo y la música de Eduardo Pereyra. «Madame Ivonne» fue grabado el 6 de noviembre de 1933; el último día que Carlos Gardel realizó grabaciones en la ciudad de Buenos Aires, con sus guitarristas Pettorossi, Barbieri, Riverol y Vivas, antes de partir rumbo a Europa.
Posteriormente Julio Sosa quien cuando el tango estaba totalmente disminuido, logró colocarlo en el sitial correspondiente, grabó en el año 1962, una de las versiones más conocidas de este tango, acompañado por la orquesta de Leopoldo Federico.
Sosa comenzaba la mencionada grabación, con tal recitado introductorio: «Ivonne, yo te conocí en el viejo Montmartre, cuando el cascabel de plata de tu risa era un refugio para nuestra bohemia, y tu cansancio y su anemia no se dibujaban aún detrás de tus ojeras violetas…
Yo te conocí cuando el amor te iluminaba por dentro, y te adoré de lejos sin que lo supieras y sin pensar que confesándote este amor podía haberte salvado… Te conocí cuando era yo un estudiante de bolsillos flacos y el París nocturno de entonces lanzaba al espacio, en una cascada de luces, el efímero reinado de tu nombre…
Madeimoselle Ivonne era, en la vida real, la dueña de una pensión barata en Montevideo, en la que se alojaba el compositor Eduardo Pereyra (autor de la música de este tango). En un reportaje de 1963, el música da su versión del título: «El tango Madame Ivonne está inspirado en la rapsodia húngara nº2, de Franz Liszt(…). utilicé el primer compás de su rapsodia.
Después, ya me aparto y hago lo mío, algo que está de acuerdo con aquel comienzo (…). La mujer del tango no fue un viejo amor mío sino, sencillamente, la que me cobraba la pensión en Montevideo, durante el tiempo en que viví en aquella ciudad…en una pensión… La dueña era una señora francesa de nombre Louise, y la administradora, también una francesa, de nombre, precisamente, Ivonne.
Me ganaba la vida tocando el piano, pero se me había infectado un dedo y me resultaba imposible trabajar así. Ivonne, pobre, se veía obligada a reclamarme el pago del alquiler. «Le pagaré inmediatamente ni bien pueda volver al piano», le dije, y de alguna forma, ella se las arregló para esperarme.
Por fin, curado el dedo, pude volver a trabajar y saldé lo adeudado… no olvidé la solidaridad de aquella dama, de modo que quise agradecerle con un tango… Lo titulé «Madame Ivonne» y se lo confié a Cadícamo para que lo versificara. Él inventó entonces otra «Madame Ivonne», aquella que se enamoró de un argentino, que entre tango y tango la alzó de París. Hizo un precioso poema y yo no lo trabé en su libre albedrío».
La letra es de Enrique Cadícamo, la otra historia en la que se inspiró el poeta, estaría relacionada con Gardel. Julián y Guido Barsky, en su extensa biografía sobre el cantor, revelan que «Madame Ivonne» existió: su nombre fue Ivonne Guitry, conoció a Gardel en París y se enamoró de él, llevando una vida de tango a cuestas.
Casada a los 16 años con un príncipe asiático, contrajo una enfermedad venérea incurable. Viuda a los 18 se dedicó a derrochar su fortuna viviendo todos los excesos en los cabarets parisinos. «Guitry continuó tras los pasos de Gardel exactamente como una sombra», dicen los Barsky.
«Años después, ella asegurará que viajó con él a Buenos Aires y que el tango fue compuesto en su honor, por sugerencia del propio Gardel.» El escritor colombiano Mario Sarmiento Vargas menciona estas confidencias de Ivonne Guitry a Nicolás Díaz, empresario del circuito Cine Colombia, en muchas de cuyas salas se presentará Gardel durante su última gira. «… Yo soy una mujer de alto mundo… Tenía diez y ocho años y vivía sola en París, sin rumbo definido.»
París de 1928. París de las orgías y el derroche de champán… Para suavizar mi desgracia me entregué de lleno a los placeres… Cocaína, morfina, drogas… En aquella época cosechaba éxitos y aplausos un recién llegado cantante de cabaret… Era Carlos Gardel… A Gardel le interesaban las mujeres, pero a mí no me interesaba más que la cocaína y el champán…
Ese hombre se me iba entrando en el alma. Mi pisito lujoso pero triste, estaba ahora lleno de luz. Mi alcoba azul, que conoció todas las nostalgias de un alma sin rumbo, era ahora un verdadero nido de amor.
Era mi primer amor.
A Gardel, por su parte, acostumbrado a manejarse con amores «de ocasión», empezó a resultarle cada vez más penosa la relación y, con cortesía, intentará enfriar las cosas. Ivonne, desesperada, acosará al cantor, en todas partes, Fue como una sombra. La temporada en París, como el romance con la «marquesita» también culminaba. Gardel parte rumbo a España y a continuación, Buenos Aires. «En realidad, no tiene nada de particular»- resumió.
Gardel, al llegar al puerto, – «Es un pequeño romance como cualquier otro. Pero me ha interesado más, en primer lugar porque es una marquesita de la auténtica aristocracia francesa, joven y bonita, y también por el entusiasmo con que lo tomó y el empeño que se ha mantenido. Imagínese que cuando me conoció, dijo que quería aprender español para poder comunicarse mejor conmigo. Se compró libros, diccionarios, tomó profesores y hoy me escribe en un español perfecto, con las más bellas palabras del idioma, unas cartas que son un modelo. Me parece que de todo mi paso por París, es lo que más vale la pena recordar». (Julián y Osvaldo Barsky: Gardel la Biografía pág. 578. Editorial Taurus 2004).
Según cuenta Ivonne, ella lo siguió hasta Buenos Aires, el idilio en esta ciudad fue breve. Despechada, Ivonne se volcó de lleno a la moda, emprendiendo largos viajes por Europa y América. Ya no volverán a verse, pero en 1935 en la última gira de Gardel, el destino los hace coincidir en Bogotá.
Ivonne refiere: «Dos días antes de su trágica partida a Cali, el sábado 22 de junio, yo estuve a punto de presentarme en el camarín del teatro Real donde actuaba. No lo hice. Ahora debo manifestar que si yo ese sábado me decido a visitar a Carlos, puede ser que se lo hubiera escamoteado a la muerte. ¿Por qué? Porque yo también, casualmente, partía para Cali el 24 y tenía en mi bolso dos pasajes para el avión de la compañía alemana Scadta. Debíamos viajar mi secretaria y yo; pero a último momento, por conveniencias comerciales, mi secretaria tuvo que quedarse en Bogotá.
Si mi cariñosa camaradería con Gardel se hubiera renovado…tengo derecho a creer que, aprovechando la oportunidad del pasaje en blanco que yo tenía, él no hubiera ocupado su sitio en el siniestro avión de la Saco y hubiera viajado en el de la Scadta llegando conmigo a Cali sin el menor tropiezo»
Al enterarse de la muerte de Gardel, Ivonne intentó suicidarse ingiriendo pastillas, y gracias a la intervención de los médicos se evitó el trágico desenlace. (Julián y Osvaldo Barsky: Gardel la Biografía, pág. 580. Editorial Taurus 2004).
Los versos de Enrique Cadícamo, en el tango «Madame Ivonne», coinciden con su historia: «Era la papusa del Barrio Latino/ que supo a los puntos delverso inspirar/ pero fue que un día llegó un argentino/ y a la francesita la hizo suspirar. / Madame Ivonne, la Cruz del Sur fue como un sino/ Madame Ivonne, fue como un sino de tu suerte. / Alondra gris, tu dolor me conmueve/ tu pena es de nieve, Madame Ivonne». Han pasado diez años que zarpó de Francia/ Madeimoselle Ivonne hoy solo es Madame. / La que va a ver que todo quedó en la Ivonne en 1933 (Getty Images) distancia/ con ojos muy tristes bebe su champán/. Ya no es la papusa del Barrio Latino/ ya no es la mistonga florcita de lis, / ya nada le queda… Ni aquel argentino/ que entre tango y mate la alzó de París.
Las letras de los tangos se deslizan por diferentes opciones sociales. Otros avanzan sobre el prototipo femenino de la mujercita que descarrila en su juventud, mientras la vida espera, con el castigo fatal del paso de los años. Un prototipo sobre el que Cadícamo supo explayarse con genial poesía. Entre todas esas mujeres, hay una de la que Cadícamo se apiada, «Madame Ivonne».
Próxima semana: 1933 las últimas actuaciones en Montevideo.