La frecuencia con la que dormimos la siesta viene determinada por los genes y no por la costumbre o por las preferencias personales
Cerrar los ojos y echar una cabezadita en el sofá después de comer es una práctica que se suele relacionar con el placer y la buena vida. Para unos es una costumbre, para otros es algo que disfrutan de vez en cuando porque les sienta bien y para otros, sin embargo, no es algo frecuento pues, o no consiguen dormir cuando lo intentan o incluso llegan a sentirse peor tras haber hecho ese pequeño descanso.
A simple vista puede parecer que lasiesta es una cuestión relacionada con usos, costumbres, gustos y preferencias
personales. Sin embargo, una investigación reciente liderada por el Massachusetts General Hospital (vinculado a la Harvard Medical School) y el equipo de la catedrática de Fisiología de la Universidad de Murcia, Marta Garaulet ha concluido que la frecuencia con la que las personas duermen la siesta está
regulada por sus genes. Así, tal como explica la experta, durante el estudio se ha podido comprobar que dormir la siesta es algo determinado biológicamente y no es un comportamiento determinado por el entorno o las preferencias personales.
Además la genética también ha ayudado a comprender por qué para algunas personas la siesta es beneficiosa y para otros, sin embargo, no solo no lo
es sino que además puede ser perjudicial para su salud. Así, existen unas 123 regiones en el genoma humano que explican por qué unos tienen una mayor tendencia a dormir la siesta y otros no.
Estos 123 regiones genéticas se pueden agrupar en tres grupos es decir en tres «Subtipos genéticos de siesta».
El primero estaría formado por las personas que genéticamente tienden a dormir más horas al día en general, es decir, duermen siesta porque sienten que
necesitan dedicar más horas del día al sueño. «En el caso de este subgrupo la siesta es beneficiosa y no produce ningún efecto perjudicial para su salud»,
explica Garaulet.
En el segundo subgrupo estarían aquellas personas que por su genética tienden a tener un sueño nocturno fragmentado o suelen sentir que no han dormido lo suficiente. «Lo que se ha verificado con el estudio es que para las personas con estas características el hecho de dormir siesta va asociado al riesgo de padecer obesidad», comenta Garaulet.
Y en el último subgrupo, compuesto por aquellas personas que genéticametne tienden a levantarse muy pronto (matutinas o alondras) y acostarse muy tarde,
esa cabezada que echan para que el día no se les haga tan largo va asociada, en este subgrupo de matutinos, al riesgo de padecer hipertensión y obesidad si se
convierte en una práctica habitual.
La genética aporta, por tanto, los datos necesarios para asegurar que no está claro que la siesta sea algo bueno para todos.
Sin embargo, según precisa Garaulet, los resultados de esta investigación, se han obtenido de una población inglesa, con una genética y cultura específica,
por lo que sería importante replicar estos resultados en España antes de llegar a una conclusión certera en torno a si es bueno o no echarse la siesta para los españoles. «Una vez que avancemos en estos estudios tal vez se pueda determinar si en algún caso la siesta se puede prescribir como algo saludable, aunque
lo ideal sería que se hiciera de un modo individua-lizado, en función de la información genética».
Para el estudio se usaron datos del UK Biobank, que incluye información genética de 452.633 personas. Además, los investigadores replicaron sus hallazgos
en un análisis del genoma de 541.333 personas obtenido a través de pruebas genéticas llevadas a cabo por una compañía privada.