Somos testigos de que la ciencia es necesaria, requiriendo de reconocimiento y remuneración, competencias del estado y de la nación toda.
Nuestro país sufre de ese defecto de falta de crédito, arrastrado mucho tiempo por falta de valorización y otras maneras de mirar los desafíos.
Ese saber que existe y vale para el país y el mundo, son funciones que la población reconoce hoy, junto a los poderes políticos y gubernamentales.
El presente y los reveses mundiales, han hecho mella y prenden una luz de esperanza, al asumir que es una herramienta de mérito. La ciencia e investigación nacionales, están descubriendo caminos para solucionar graves problemas. Comprometidos todos; algunos, algunos de manera honoraria y sin tintes políticos.
El estancamiento parte de nuestro sistema universitario, atado a un pasado de ente autónomo todopoderoso, donde se edificó una dependencia política, contraviniendo las reglas fundamentales, anteponiendo ideologías a los valores elementales de libertad e independencia de cada uno de los uruguayos.
Se hace difícil decir esto, pero han sido las reglas de juego cedidas que lo han descubierto. A las claras está que, recién hoy, la nación entendió qué es
la ciencia y para qué está.
A pesar de haberse puesto énfasis en mejorar la situación en un momento tan difícil, no haya respuestas favorables a ese esfuerzo que hace el pueblo.
El gobierno entendió el mensaje, pero los receptores poco o nada dicen.
Observaciones que aparecen en la prensa, pero no reflejadas en la mayoría como corresponde, debido a una expresión más del remanente de tiempos pasados, donde un expresidente llegó a mofarse de la academia y de la ciencia, evidenciando su odio al progreso.
El conjunto, reúne consideraciones político/partidarias que todavía persisten, que a toda costa pretenden mantenerse en sus feudos.
No toleran que este mundo pertenece a todos y no es la política de ciertos grupos la que debe gobernar la decisión de muchos. Es necesario que las mentes fluyan, pero no influenciadas por ideologías que solo sirven para dividir. Lamentablemente son 63 años de falta de independencia ideológica. Hoy,
deberían aceptar que no hay muros y liberar la enseñanza y la ciencia de esas ataduras, creando una diversidad de entidades que compitan con las mismas normas y no con un ente regulador, único y del pasado.
Lo divulgado sobre el manejo de fondos estatales en este sentido y en dichos entramados, demuestra la permanencia del feudo.
Además, la ciencia y la investigación están unidas al futuro nacional, es donde instituciones gubernamentales, así como otras que no lo son, pueden interesarse en los estudios que se desarrollan y otros en ciernes, en muy diversos terrenos.
Es decir, inversiones públicas y privadas para beneficio institucional y nacional, cuando no del mundo, por las posibilidades que hoy se viene observando que existen, desperdigadas en el país.
Por lo tanto, son imprescindibles estos valores a defender y promover para el país del siglo XXI.
Dr. Carlos Sarroca Solé – Médico cirujano