Resumen: LA CANCIÓN DE PERLITA: HACÉTE TONADILLERA Tango grabado por Carlos Gardel. La letra de «Hacéte tonadillera» (1923) refleja las aspiraciones de muchas jovencitas que buscaron en el vodevil una salida social y económica. Son las mismas ilusiones que movilizaron a Perlita Greco desde su Rosario natal hacia Madrid, donde se convierte en un símbolo.
La noche del 24 de junio de 1935, Perlita se dirigió a su camarín tras terminar otra función exitosa.
La mirada de la diva se detiene atraída por un enorme titular en la portada del diario. Lee aterrorizada: «Carlos Gardel muere en Colombia, en una catástrofe de aviación». Deshecha en llanto, confiesa ahí mismo buena parte de su romance con el malogrado ídolo: «¡Pobre Carlitos! No hace todavía quince días que recibí, desde América, su última carta. Me hablaba de sus proyectos, de que le iban bien las cosas… Y de pronto, esta noticia de su muerte. ¡Es espantoso! Su recuerdo equivale en mi vida a tantas, tantas cosas…».
Su historia artística la propone en algún momento como tan famosa que el propio Gardel. Protagoniza publicidades como la de Coca-Cola, su rostro aparece en las revistas, su voz en la radio. Gana dinero. Se aloja en hoteles de lujo y después adquiere una casa en plena calle Serrano, la más cara de Madrid. Se codea con la nobleza y muchas grandes figuras le expresan su respeto y admiración. Para nada exageraríamos si afirmásemos que ahora La Greco es una estrella tan famosa como el propio Carlos Gardel. El hecho de que Perlita se moviera por altas esferas sociales puede darnos una idea equivocada acerca de su pensamiento ideológico. Al igual que Gardel, ella intentó siempre mantener su imagen pública alejada de la política, pero su verdadero sentir puede sonsacarse a partir de
actitudes y declaraciones suyas. Pero, sobre todo, fue pionera de los derechos de la mujer. Impulsó la moda de los pantalones femeninos (algo que copió de Azucena Maizani), impulsó la participación femenina en el deporte, promocionó el nudismo, e incentivó el uso de bañadores en las piscinas públicas.
Tercera parte de la historia de esta fascinante mujer: Perlita tenía razones «de peso» para ocultar la prolongación de su romance con Gardel más allá de
1929 porque hacia fines de ese año comienza un noviazgo oficial con Paulino Uzcudun Eizmendi, célebre boxeador, que se había
proclamado dos veces campeón de Europa de los pesos pesados, en 1926 y 1928 (repetirá la hazaña en 1933).
La cantatriz le dedica un tango que se hace muy popular, titulado: «Paulino Uzcudun», escrito por Baugneri y M. Ferré de la Calzadilla, y que grabó en diciembre de 1929. Hacer público ese noviazgo y además reconocer un amante, hubiese significado para ella poco menos que un suicidio
social. Por otra parte, seguro que a Gardel tampoco le hubiese apetecido demasiado enfrentarse a los celos del «Toro Vasco».
Terminada la relación con el púgil, inicia otra con un bacán de pesos duraderos: el conde de Villa Padierna, jovencísimo playboy malagueño, descendiente de un
antiguo linaje, que se daba la gran vida entre damas, automóviles y caballos.
Un raro espécimen de los alegres años ’20. Pionero del automovilismo y piloto de Grand Prix, creador de la Escudería Villa Padierna, así como del Derby
Español. Dirige el RACE y preside durante años la Real Federación Española de Automovilismo.
De la rocambolesca vida del conde es fama que disfrutó y disipó hasta tres herencias, que incluían grandes parcelas del centro de Madrid, además de los palacios de Villa Padierna y de Linares, dos de las edificaciones más emblemáticas del siglo XIX. Este noviazgo se mantuvo en secreto, pero saltó a la luz en 1934
a raíz de un escándalo financiero en el que Perlita se vio implicada y que relataremos más adelante. El Conde, de 22 años, y Perlita, de 26, se conocieron en Milán, a principios de abril de 1932. Casualidades del destino: justo en esas fechas estaban allí Carlos Gardel e Isabel del Valle, quienes habían arribado en noviembre del ’31 con el afán de dar otra oportunidad a su ya muy deteriorada relación, al tiempo que Isabel tomaba lecciones de canto con Gianina Russ. Gardel se marchó enseguida a Francia y recién regresa a Milán en los primeros días de abril.
¿Se produjo en Italia una reunión social entre ambas parejas?
¿Acaso Gardel y Perlita tuvieron ocasión de verse a solas? ¿Planificaron el reencuentro de antemano? ¿O todo es cuestión de mera casualidad?… Las posibilidades están abiertas.
Siempre nos quedará París…:
El 25 de agosto de 1934 Gardel parte desde New York para tomarse unas vacaciones en Euro pa. Llega a Francia el 7 de septiembre y permanece en París una
semana en el hotel Ambassador.
Llegó a Toulouse el viernes 14 de septiembre y se aloja en el hotel Regina. Desde Barcelona, vino a pasar con él unos días Ernesto Ángel Giménez, representante teatral, amigo íntimo de Perlita Greco, y hermanastro de Matilde Rivera, la esposa de Enrique de Rosas, el matrimonio teatral que trajo a Gardel y a Razzano por
primera vez a España, en 1923. Justo en agosto de 1934 Perlita Greco regresa a París; según informa la prensa «para perfeccionarse en el idioma de Moliere».
Por tanto, es muy posible que se haya visto con Gardel en el Hotel Ambassador, entre el 7 y el 12 de septiembre. Gardel permanece en la Ciudad Luz hasta el viernes 14 pero la Greco debe retornar de inmediato a Madrid.
Traemos a colación esta imagen que inmortalizó a Carlitos rodeado de cuatro bellezas, debemos recordar que quedó fuera de la foto una quinta muchacha,
morocha, que gira la manivela de una Victrola con languidez casi orgásmica. Esta escena pertenece a la película «El Tango en Broadway» Mary, Peggy, Betty, Julie Como vemos, la vida amorosa de Gardel se aproxima bastante a la del playboy que canta «Rubias de New York», al que le gusta rodearse en su alcoba con muchas bellas mujeres.
Durante el rodaje de la escena, aparece una quinta dama que en este caso no es rubia…la cámara enfoca a esta morocha durante
unos breves segundos, pero al analizar con detenimiento esos breves fotogramas nos parece identificar el rostro de… ¡Perlita Greco! ¿Estaremos en lo cierto?
El encuentro de Perlita y Gardel en Estados Unidos es el que está mejor documentado, no sólo porque ella aparece en la película, sino porque también existen
documentos y testigos de ese encuentro. Por ser el último, confirmaría que hubo una continuidad de contactos, entre Buenos Aires, Montevideo, Madrid y París (quizás también Montecarlo y Milán). A esas ciudades se suma ahora Nueva York.
Perlita viajó a América, al igual que lo hacían muchos actores españoles coetáneos, para abrir nuevos mercados. Lo hizo con la Compañía de José Juan Cadenas
y Eulogio Velasco; dio shows en Cuba y México y luego cruzó el río Grande. Está documentada la estadía de Perlita en Nueva York en el siguiente domicilio: 141 East 56th Street. Asimismo, contamos con los testimonios recogidos por varios cronistas que confirman que se reunió con Gardel. Algunos se refieren a ella como «actriz española». Para nosotros es determinante el testimonio de Abraham Thevenet, pianista uruguayo, afincado en la Gran Ciudad, que fue presentado a Gardel por Terig Tucci.
Thevenet es testigo directo, y sus recuerdos son fiables y precisos. Entre otras cosas el pianista relata: «Yo me hice bastante compañero de Gardel, que era sin
duda un gran artista. Él se cuidaba mucho, especialmente haciendo natación y régimen de comidas. ‘Mi porvenir está en el cine, viejo’, me dijo en una oportunidad. La cosa es que de vez en cuando venía a tomar mate y charlar en mi apartamento, que también frecuentaban la vedette argentina Perlita Grecco y el actor Enrique de Rosas.» Recordemos aquí que Enrique de Rosas es cuñado de Ernesto Giménez, el gran amigo de Gardel y de Perlita, y visitó a Gardel durante su estadía en París. También nótese que Thevenet conoce el origen argentino de la actriz y que su apellido se escribe con doble C, algo que ella siempre solía recalcar pero que casi todos omitían por descuido.
Thevenet agrega: «A menudo andaba Gardel con letras en los bolsillos (siempre de Le Pera) y en el pianito que yo tenía ensayaba las melodías de sus canciones y cantaba otras. Tenía una enorme facilidad para componer.
Silbaba las músicas, y Terig Tucci las escribía y armonizaba, corrigiendo ocasionalmente algún pasaje.» Este párrafo es de sumo interés porque podría confirmar
que Perlita fue testigo, y quizás partícipe, del proceso creativo de las canciones de Gardel. Tengamos en cuenta la gran experiencia y conocimiento musical de la
muchacha, además de su solvencia en la ejecución del piano.
¡Cuántas cosas podría habernos comunicado al respecto, si algún periodista despierto se hubiese «apiolado» de entrevistarla! Una de las características llamativas de la vida amorosa de Gardel es que sus amantes, que eran muchas, nunca expresaron ningún tipo de celos o de resentimiento hacia él. ¡Al contrario!
continuaban enamoradas («platónicamente»). Todas, sin excepción, mantuvieron el vínculo en secreto, rompiendo el silencio – en unos pocos casos– sólo después de la muerte del artista. Por norma, los biógrafos descartaron esos valiosos testimonios femeninos, pues pensaban: «debe ser otra loca más que quiere hacerse famosa a costa de Gardel, ¿para qué escucharlas?».
Al centrar el interés en los testimonios masculinos (muchos de ellos intrascendentes o falsos), las biografías sucesivas fueron construyendo una especie de
Gardel mojigato, sólo apasionado por los caballos y los amigos.
Un ser asexuado, con muy escaso interés por las mujeres, sin capacidad de amar o comprometerse…
Esa imagen resulta coherente con el prototipo de hombre casto, fiel a su madre y a su eterna noviecita, valores que también algunos tangos intentan transmitir.
Al parecer, un hombre sexualmente sano y activo debe ser considerado en una escala inferior.
Lo que oculta esta versión santificada, es que, si bien el Gardel de carne y hueso tenía un amor en cada puerto, las relaciones que planteaba eran de plena libertad, transparencia, confianza; selladas en un acuerdo de mutuo respeto y discreción. Son relaciones maduras y adultas, en algún sentido, quizás infantiles y despreocupadas en otros, pero él las vivía como experiencias únicas, y así se lo hacía sentir a su ocasional pareja.
Los testimonios valederos, es decir, los de las mujeres que experimentaron la intimidad con Gardel, son unívocos: cada una sintió que fue un amor verdadero, sin egoísmos. Más que la belleza física o apasionada de la relación, destacan que Carlos era, por sobre todo, un ser lleno de alegría, nobleza, cortesía y generosidad. A menudo esos romances múltiples eran simultáneos y prolongados en el tiempo.
Y sin embargo, que se sepa, nunca surgieron celos dañinos o conflictos entre las protagonistas; por ejemplo: Gloria Guzmán y Perlita Greco eran muy buenas
amigas…. Y podríamos rastrear muchos ejemplos más que confirman que Gardel era una persona de Amor, en el sentido más profundo del término.
Quien alguna vez tuvo, o tenga, la oportunidad de establecer un diálogo sincero con personas en la cresta de la fama –una estrella de Hollywood, por ejemplo–
, podrá comprobar que su visión sobre el sexo difiere de los parámetros impuestos a gente ajena al circuito. Se trata de una manifestación de auto reconocimiento y confianza, pero también es una reacción al vacío existencial, que conlleva la búsqueda de sensaciones siempre insatisfechas, y pueden tornarse en conductas destructivas y autodestructivas.
Casi nunca (o nunca) son expresiones del Amor Místico e Incondicional del ser auto realizado.