LA LIBERTAD LOS TIENE, DESDE QUE SE INICIÓ LA REPÚBLICA.
Dejemos de lado el sometimiento al antojo de una persona, un grupo, o quienes sean, porque hay límites en la tolerancia y reglas que la definen, no
es una conveniencia particular.
Los hechos, más bien las extralimitaciones, permitidas en las últimas décadas, llevan a pensar que la población haya, finalmente, cuantificado el contexto en que ha acabado la nación, gracias a esa negligencia de no decir: BASTA, NO FALACIAS.
El accionar populista trajo más oscuros que claros, no aceptando responsabilidades en los problemas desencadenados.
No quedan dudas de diversas conductas que desbarrancaron al país.
Hasta hoy, hay quienes no entendieron que se está en una frágil situación, que amerita responsabilidad y colaboración para salir del atolladero, estando la nación, ante todo.
Pero no, no se levanta el pie del acelerador en cuanto a atacar toda actitud o decisión gubernamental por parte de las oposiciones que sean. Dejemos
claro que es una iniciativa basada en las ideologías antepuestas, intentando la destrucción y no la acción, despreciando a quienes mantienen el país a flote.
Esta agresión, la recibe el pueblo gratuitamente, que sufre el palo y paga. Y esta agresión es lo que hace subrayar los límites de la democracia, para ponerlos sobre la mesa. Hay varias áreas de la población que son de permanente reclamo y las que más sufren esos ataques; la seguridad, la enseñanza, la salud, el salario de los trabajadores, el propio trabajo, las pérdidas de las empresas, la imagen de los políticos y de los sindicatos y lo peor, la imagen del país.
Los escudos de quienes desean volver al caos se sustentan en el lamento, resultado de sus componendas, oscureciendo la realidad con el eterno reproche, sin nada positivo que aportar.
Muchas veces desconociendo y agrediendo la Constitución y las leyes, el orden y la urgente lucha para salir adelante, por la que hay que aunar esfuerzos.
La enseñanza, sumergida en la pobreza formativa y el sindicalismo desmedido, no tiene otra cosa que iniciar el año con un paro. Todos los años volvemos a lo mismo y sin frenar su intolerancia y no ven el descrédito que se van ganado.
Son suficientes los desastres que nadie desconoce, sin que falten los casos en que tengan algún interés oculto. Para peor, quienes más sufren son las clases más necesitadas y es a ellos a quienes más ofenden con sus determinaciones.
¡NI QUE DECIR DE LA IDEOLOGIZACIÓN, QUE HA TREPADO A NIVELES QUE MERECEN QUE EL PUEBLO DIGA BASTA!
Las pérdidas de clase son inaceptables, si realmente se quiere que el país avance. Asimismo, la salud, donde corren ríos de dinero, pero buenos resultados, resultan ausentes. La inexistencia de una verdadera crítica formativa está presente. El hecho está en los límites a poner a esas actividades y la recomposición necesaria y urgente de la lógica del trabajo conjunto y una meta que se la misma para todos los ciudadanos.
Los puntos mencionados (aunque debe haber más) son prioritarios y huelga decir (vaya la redundancia) que tienen que ser considerados vitales para la
nación. Por lo tanto, no son aceptables los paros y los reclamos ilegítimos, recordemos que el mundo sigue adelante y en él se vive y nadie espera milagros.
Lo que es imprescindible, no se toca, si no es para mejorar.
Por lo tanto, debemos todos aceptar esos límites que hay que desempolvar, (o que tal vez nunca hubieron) porque están y hay que respetarlos. La intolerancia y la mentira, no son de recibo.
Carlos Sarroca Solé Médico cirujano