Posicionar el trabajo no remunerado como inversión social es apostar a una sociedad más igualitaria
En este 8 de marzo, desde el Instituto Nacional de las Mujeres del Ministerio de Desarrollo Social ha propuesto visibilizar el aporte fundamental que realizan las mujeres a través de la carga de trabajo no remunerado.
Se entiende por trabajo no remunerado (TNR) las tareas domésticas del hogar, los cuidados de niñas, niños y personas dependientes, el trabajo que se brinda a otros hogares sin recibir remuneración y, también, el trabajo voluntario. Se trata de una actividad económica brindada de forma no paga y permanente en las dinámicas familiares. Esta carga representa dos tercios del tiempo de trabajo de las mujeres (64,6%), mientras que el tercio restante refiere al trabajo
remunerado (35,4%).
Esta categoría de trabajo es fundamental para el óptimo funcionamiento del sistema económico y social. Produce bienes y servicios de forma
sistemática pero ha quedado históricamente encubierta e invisibilizada en el sistema económico; es decir, no forma parte de las cuentas nacionales. Según estudios realizados en nuestro país, para el año 2013 el TNR contribuyó en 22,9% al PBI, del cual 16,1% corresponde al trabajo no remunerado de las
mujeres y solo el restante 6,6% corresponde al aportado por los varones. La participación de las mujeres en esta actividad económica es casi dos veces más que la de los varones.
Si miramos al término de una semana laboral, la carga para las mujeres es del 37,5%, mientras que para los varones es un 19,5%. Investigaciones recientes han demostrado que la sobrecarga de trabajo no remunerado es uno de los principales obstáculos que enfrentan las mujeres en cuanto al acceso, permanencia y calidad del trabajo en el mercado de empleo. Esta sobrecarga implica que las mujeres se inserten en actividades de menor paga, en la dificultad de acceder a puestos de jerarquía.
También, se traduce en empleos a tiempo parcial, en trabajo informal, entre otras dificultades. La tasa de actividad disminuye notoriamente para las mujeres al aumentar la cantidad de hijos e hijas en el hogar: pasa de 85,9% para las que no tienen hijos a 65,6% si tienen tres hijas o más. Sin embargo, para los
varones no se observan cambios sustanciales. Este dato da la pauta de que la carga de cuidados recae mayoritariamente en las mujeres1 .
En el contexto de pandemia por COVID-19, esta situación se ha visto agravada por varios factores. Uno de ellos es que las mujeres han tenido que
conciliar, en sus domicilios, horas de trabajo remunerado y no remunerado, especialmente para el cuidado de su descendencia u otras personas
a su cargo. Vale destacar, además, que el trabajo de cuidados comienza a edades muy tempranas para las mujeres.
Esto impacta directamente en el desarrollo de las trayectorias educativas de adolescentes y mujeres jóvenes. De acuerdo a datos de la Encuesta Nacional de Juventudes (2018), el 14,2% de las adolescentes dejan de asistir a liceos por embarazo, otro 4,6% lo hace por necesidad de atender asuntos familiares
y un 1,7% porque debe hacerse cargo del cuidado de menores de 12 años. Es un reto para la política pública lograr diseñar acciones que reconozcan, visibilicen y redistribuyan la carga de trabajo no remunerado, pero es un reto urgente e impostergable. Reforzamos el compromiso en el diseño de políticas públicas que apunten al logro de la igualdad sustantiva y el ejercicio de ciudadanía plena de las mujeres uruguayas, con el convencimiento de que el cambio cultural debe ser impulsado por políticas de Estado, pero también por el sector privado, los sindicatos y cada una de las personas que integran nuestra sociedad.
Posicionar el trabajo no remunerado como inversión social es apostar a una sociedad más igualitaria, más inclusiva y más próspera.
También, es una apuesta al crecimiento económico presente y futuro.