Durante el mes de mayo se está procurando informar sobre los avances en el desarrollo de la primera infancia, que se traducen en tendencias sostenidas y positivas, reflejadas en diferentes indicadores.
En los últimos años Uruguay ha venido construyendo una serie de alianzas efectivas para cumplir los objetivos de desarrollo sostenible que impactan sobre la primera infancia.
La Estrategia Nacional para la Infancia y la Adolescencia (ENIA) 2010-2030, marcó los lineamientos generales para una visión de mediano plazo. En
cada quinquenio se han elaborado planes y programas que permitieron disminuir la pobreza, mejorar los indicadores de salud y nutrición infantil, reducir la
mortalidad, incrementar y diversificar la oferta de centros de educación y cuidados en la primera infancia.
En este marco, se destaca el esfuerzo por priorizar la inversión en primera infancia y la participación del gasto público destinado a menores de 5 años
en el PBI, que pasó de 4.4% en 2006 a 6,2% en 2013 (Colacce, Manzi y Tenenbaum, 2017:23) lo que se expresa en una diversidad de áreas de actuación,
impactando en el crecimiento de la cobertura, en la diversificación de modalidades de atención y en la mejora de la calidad.
Indicadores que señalan tendencias positivas y sostenidas: – pobreza por personas pasó de 32,5 % en 2006 a 8,1% en 2018 (INE) – pobreza en niños y niñas de
0 a 3 años pasó de 56,7% en 2005 al 17,2% en 2018 (INE) – mortalidad infantil ha llegado al mínimo histórico de 6,7 por mil nacidos vivos (MS, 2018)
Los avances y los logros alcanzados, posibilitan valorar el camino recorrido; al mismo tiempo que interpelan sobre aquello que aún falta, sobre las
brechas existentes entre las necesidades, demandas, expectativas de las familias, y las respuestas que se dan a través de las políticas sociales de infancia
y adolescencia.