Valeria Rodríguez fue la primera mujer en integrar el Estado Mayor de la Misión de Paz de Naciones Unidas en el Congo. En diálogo con Sputnik, recordó cómo la cuestión de género atravesó su labor: desde atender a mujeres violadas hasta cambiar la mentalidad de las propias militares en el territorio.
Algo parece estar cambiando en las Fuerzas Armadas uruguayas.
El viernes 6 de marzo asumió su cargo Valeria Sorrenti, la primera mujer oficial comandante de un buque de la Armada Nacional. Una noticia que se sumó a la designación, en febrero, de María Etcheverry como la primera edecán mujer al servicio de un presidente de Uruguay.
En su familia se transmitió la importancia de la educación y la formación profesional, que Stella Maris intentó inculcar En diálogo con Sputnik, la capitana de corbeta Valeria Rodríguez ratifica el avance de la mujer dentro de las Fuerzas Armadas ha sido notable en los últimos años. Ella misma es protagonista de este cambio: además de
ser una de las primeras mujeres en egresar de la Escuela Militar, en 2018 se convirtió en la primera oficial mujer de Uruguay en sumarse al Estado Mayor de la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (Monusco).
Aquella designación marcó un hito en la carrera de Rodríguez. A diferencia de muchos de sus compañeros -la participación en misiones de paz de Naciones Unidas es habitual entre militares uruguayos-, nunca había
estado en algunas de las operaciones que los uruguayos cumplen en el Congo desde 1999.
La convocatoria llegó en el marco de la voluntad de Naciones Unidas de asegurar una mayor participación de mujeres en las misiones de paz. La uruguaya fue la primera mujer en incorporarse al Estado Mayor, entidad
encargada de supervisar y coordinar la operación.
El mandato no era para nada menor, Rodríguez debía encargarse de «monitorear todas las actividades del personal militar, así como todos los sucesos relacionados a la violación de Derechos Humanos», recordó.
Su llegada al Congo generó revuelo en la interna de las Fuerzas Armadas, en Uruguay y en gran parte de la región.
Se trataba de una designación inédita que ponía a una mujer oficial uruguaya al mando de una decena de militares hombres de países como Canadá, Sudáfrica, Pakistán, Egipto y Rumania.
Además de los desafíos de la propia misión en el Congo, Rodríguez debió enfrentarse al choque de culturas entre los propios funcionarios de Naciones Unidas. «A nivel occidental es más normal que una mujer mande o que tenga determinado poder pero eso para otras culturas es impensable», reflexionó.
En ese contexto, Rodríguez destacó los esfuerzos de Naciones Unidas para fomentar la participación de mujeres en las Misiones de Paz, comprendiendo que pueden darle a las intervenciones un cariz diferente.
«Cuando hay mujeres en una Misión de Paz el proceso es mucho más rico. Se da un rol inspirador, no solo en el lugar donde está la Misión sino también entre las comunidades que están enviando personal», ilustró.
Durante su estadía en el Congo, Rodríguez ejerció también como ‘punto focal de género’ para Naciones Unidas, un rol que le encomendaba estar atenta a las dificultades que enfrentan tanto las mujeres locales como las militares desplegadas por la Monusco.
Así pudo ser testigo de varias de las caras más crudas de la discriminación hacia las mujeres: por ejemplo, las mujeres que son violadas en el marco de un conflicto bélico, terminan siendo rechazadas luego por su
propia comunidad, que las segrega por llevar en su vientre a un «hijo de un enemigo».
También presenció las inequidades de género entre los propios efectivos: algunas mujeres militares debían solicitar permiso a sus esposos – en su país de origen- para mantener reuniones con otras mujeres durante su
tiempo libre.
Tener una mirada de género también tiene sus fines estratégicos para la misión, ya que en muchas comunidades del Congo las mujeres no tienen permitido hablar con hombres. «Se está tratando de incentivar la creación de
equipos de mujeres que puedan sentarse a dialogar con mujeres locales para que cuenten su situación», contó Rodríguez, asegurando que dar voz a las mujeres de las comunidades puede ser crucial para tener «información sobre lo que está pasando entre distintos grupos armados».
A pesar de las dificultades, la integrante de la Armada uruguaya considera que hubo avances en materia de género en el país africano. «Antes jamás ibas a ver a un hombre con un niño, dándole cuidados paternales. Eso
ahora se está viendo», identificó.
Las mujeres ya no dan mala suerte en los barcos La equidad también avanza en las Fuerzas Armadas de su propio país. Rodríguez fue una de las primeras generaciones en ingresar a la Escuela Militar, institución que forma a los oficiales militares y que habilitó el ingreso de estudiantes femeninos en 1998. Sus primeros tiempos en la Armada fueron desafiantes.
«Al principio éramos unos ‘bichos raros’ dentro de la Armada. Era todo un desafío y un cambio de mentalidad, teniendo en cuenta que en algunas épocas las mujeres eran incluso consideradas de mala suerte en un barco»,
apuntó.
La evolución llevó a que, por ejemplo, la institución debiera adecuar los dormitorios y otros espacios, tanto en la Escuela Naval como en los buques.
En la actualidad, Rodríguez asegura que las Fuerzas Armadas uruguayas han avanzado en materia de equidad e incluso afirmó que la institución está más evolucionada en la materia que muchas ramas del sector privado. «En nuestra carrera tenemos que competir por los puestos y cumplir con los mismos requisitos, sin importar si
sos hombre o mujer. Puedo seguir evolucionando y ser comandante en jefe de la Armada. No tengo un límite por ser mujer», sostuvo.
La militar dijo que, además de la equidad en la normativa, nunca se sintió «dejada de lado» por su condición de mujer. Asimismo, celebró que los cargos en las Fuerzas Armadas tienen las mismas remuneraciones para hombres y mujeres, algo que no sucede en el sector privado.
(Sputnik)