Al gigante torvosaurus lo acompañaba el ceratosaurus, de menor tamaño y con un cuerno en la nariz
Cada vez hay más evidencia científica de que el actual territorio de Tacuarembó era un parque jurásico. «Cada tanto nos da una sorpresa», dijo Matías
Soto, investigador del Instituto de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, al diario El País.
Un simple repaso cronológico: allí se hallaron fósiles de una tortuga bautizada como Tacuarembemys, del primer reptil volador de Uruguay y del
torvosaurus, un dinosaurio que no se había visto, no solo en América del Sur, sino en todo el hemisferio sur. «Fue el primer dinosaurio al que le
pusimos nombre. Era gigantesco», recordó Soto.
Este pasó a convertirse en el carnívoro terrestre más grande de todo el territorio uruguayo.
Y ahora, los paleontólogos Matías Soto, Pablo Toriño y Daniel Perea suman a un contemporáneo un «poco» más chico: el ceratosaurus, un reptil con
un cuerno característico en la nariz que alcanzaba entre los seis y siete metros de largo.
«Es el segundo dinosaurio de Uruguay al que le podemos poner nombre.
Se confirma que vivía en un territorio más grande del que se pensaba y se confirma la edad de las rocas», resumió Soto sobre los últimos hallazgos publicados en Journal of South American Earth Sciences.
La dentadura. Al igual que con el torvo-saurus, todo comenzó con unos dientes. En una cantera ubicada en la ciudad de Tacuarembó, cerca de la Laguna de las Lavanderas, aparecieron unos 20 dientes; algunos estaban completos y otros, rotos en pedazos. Fueron comparados con la morfología de otras piezas encontradas en todas partes del mundo y se concluyó que los más parecidos correspondían al llamado «reptil salvaje».
Pero algunos dientes eran diferentes. Meses después se pudo establecer que pertenecieron a un ceratosaurus. Los dos convivieron hace 150 millones de años.
Hasta ahora, solo se habían encontrado fósiles de torvosaurus y ceratosaurus en Estados Unidos y Portugal; sin contar unos restos en Tanzania que no han podido ser confirmados, aunque los investigadores creen que pertenecen a los mismos animales. Tacuarembó – que en ese entonces era un paisaje cubierto por dunas y algo de vegetación y en los ríos habitaban tiburones, celacantos, peces ganoides, tortugas y cocodrilos; mientras que por los cielos volaban los
pterodáctilos– fue el otro hogar para estos carnívoros bípedos.
El ceratosaurus, además del cuerno en la nariz, tenía una fila de huesos a lo largo de la espalda «como si fuera una armadura», lo cual, según Soto, era algo raro en dinosaurios carnívoros.
«Andaba en dos patas y no tenía brazos cortitos como el tiranosaurio sino brazos normales», describió.
Los dientes en cuestión miden entre dos centímetros –de un ejemplar juvenil– y tres centímetros y medio con un patrón particular de estrías y surcos.
«Tienen crestas en una cara del diente, los bordes aserrados tienen dentículos que no son tan grandes» como los del torvosaurus. Los dientes de este último eran más grandes: de hasta ocho centímetros con un dentículo por milímetro. Para comparar, el tiranosaurio rex tenía dos dentículos por milímetro.
Por la cresta en uno de los lados se pudo descartar que los dientes encontrados no pertenecieron a los espinosáuridos (unos depredadores parecidos a
los cocodrilos que vivieron a mediados del periodo cretácico) que, aunque también la tenían, son de una forma más cónica, con dentículos más pequeños o inexistentes y con una textura diferente.
Los torvosaurus eran unas bestias carnívoras de entre 10 y 12 metros de largo. Existieron desde hace 163,5 millones de años hasta hace 145 millones de años.
Más estudios.
«La idea es no dejar de trabajar en Tacuarembó, aunque depende del financiamiento para las salidas de campo», apuntó Soto en un momento en que el presupuesto destinado a la ciencia puede sufrir recortes. La cantera en donde se encontraron los dientes estudiados ya está muy explotada, por lo que los investigadores deben buscar otro lugar en la zona. «La misma roca jurásica de la Formación Tacuarembó está en Brasil, Paraguay, Argentina y Namibia, pero tenemos la suerte que en el único lugar donde se encuentra fósiles es Tacuarembó. Acá tenemos huellas, huesos y dientes», comentó. Dos hallazgos
frecuentes son los huesos de cráneo de celacantos, peces que se creían extinguidos hasta que en la década de 1930 se encontraron ejemplares vivos en el
océano Índico, y escamas de peces ganoides.
Los paleontólogos de la Facultad de Ciencias presentaron un proyecto para continuar con el estudio de otros dientes en Suiza para saber, por ejemplo, la temperatura del ambiente, si el agua era salada o dulce, incluso la temperatura corporal del animal; también para saber si comían peces o animales terrestres.
«Todo esto a partir de análisis del oxígeno y el carbono (análisis isotópicos) de los dientes», dijo Soto.
Cantera casi destruida. Será difícil rescatar más fósiles de la misma cantera donde se encontraron los dientes, puesto que unas retroexcavadoras
arruinaron parte del lugar.
En 2019, Matías Soto ya había dicho a El País que estaba «casi todo destruido, revuelto y tapado». El sitio, a pesar de ser un rico yacimiento de fósiles, no
cuenta con la protección de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación. Está ubicada en la Laguna de las Lavanderas.
El País