En el mundo de la creatividad publicitaria de Argentina hay una máxima indiscutible que indica: «cuando no tengas una buena idea, echa mano a bebés y animales».
Niños y mascotas, en un comercial, son capaces de vender cualquier cosa, sean usadas o nuevas.
Hasta ahora, la oscilante incursión de líderes y partidos políticos del progresismo latinoamericano en redes sociales estuvo signada por la eterna dis-yuntiva ética que opone al mundo real con el simbólico, a la razón con la emoción, a la información con el entretenimiento.
En paralelo, la derecha avanzó en el continente, y lo hizo ganando elecciones con campañas que apuntaron sin desparpajo a lo emocional y postergaron el debate político.
El progresismo no sabía que la respuesta a eso estaba en casa.
PERROS Y LÍDERES, UNA VIEJA RELACIÓN
Es muy probable que en este mismo momento tengas a pocos metros un perro derrumbado en algún sillón, un almohadón o, directamente en el piso. Piensa en la suerte que le ha tocado contigo y compáralo con la larga lista de canes que han vivido y viven con todos los lujos, echados a los pies de los más importantes líderes mundiales.
La relación entre perros y líderes es una tradición entre los presidentes de Estados Unidos. Desde Lucky, Rex, Peggy, Taca, Fuzzy y Victory, los seis canes de Ronald Reagan (1981-1989) y Charlie, Gaullie, Pushinka, Shanno, Wolf y Clipper, los seis de John Fitzgerald Kennedy (1961-1963). Hasta los casos más recientes, como los perros de agua portugueses de Barack Obama (2009-2017), o los pastores alemanes del mismo Joe Biden.
«Si quieres tener un amigo en Washington, cómprate un perro», dijo alguna vez el presidente Harry Truman (1945-1953) para las conspiraciones políticas en casa central del poder estadounidense. Truman tuvo por poco tiempo cocker spaniel llamado Feller.
Pero no sólo en Estados Unidos ocurre esto. El premier británico, Boris Johnson, adoptó en un refugio de perros al pequeño Dilyn; el presidente francés, Emmanuel Macron, también adoptó en un refugio a Nemo, un labrador negro; el español, Pedro Sánchez, tiene una perrita llamada Turca; y el mandatario ruso, Vladímir Putin, tiene dos famosos perros, una akita llamada Yume y un pastor búlgaro llamado Buffy.
En Argentina y Chile la tradición también existe. Basta recordar a Ulk, el gran danés que tuvo el presidente chileno Ar-turo Alessandri Palma (1920-1924, 1925 y 1932-1938); o Monito, Tinolita, Negrita y Canela, los famosos caniches del líder argentino Juan Domingo Perón (1945-1955 y 1973-1974).
Sin embargo, y a pesar de que hasta Salvador Allende (1970-1973) vivió junto a su fiel amigo Chagual, la izquierda chilena nunca tuvo la osadía de convertir a los canes en protagonistas de su comunicación.
Tampoco el peronismo se animó «al ridículo» de exhibir a sus mascotas como un acto político.
Eso, hasta ahora.
Entre los saludos y felicitaciones al recientemente elegido como presidente chileno, Gabriel Boric, hubo uno muy particular: el de Dylan a Brow-nie. O, mejor dicho, el del perro del presidente argentino, Alberto Fernández, a la mascota del futuro mandatario tras-andino.
Dylan Fernández, el can del jefe de Estado argentino, tiene más de 45.500 seguidores en su cuenta de Twitter y otros 256.000 en Instagram. Fue desde está ultima red social donde «envió» su mensaje diplomático, en el que por supuesto no faltaron los emojis y la foto de una videollamada entre los animales.
«Felicité a Brownie, el Primer Perro de la República de Chile. Charlamos sobre la necesidad de profundizar en contenidos pedagógicos por el cuidado y convivencia de nuestros humanos con nosotros y el resto de los animales», dice el mensaje perruno.
Del otro lado de la Cordillera de los Andes no faltó la respuesta. Brownie Boric Font, con 61.500 seguidores en Twitter y 302.000 en Instagram, devolvió: «¡Me ha contactado el Primer Perro de la República Argentina, Dylan Fernández! Esperamos poder avanzar en conjunto en materias tan relevantes como la tenencia responsable y la convivencia de los humanos con nosotros.
El propio Boric fue consultado este viernes por la fama alcanzada por su perro en redes sociales y planteó que «es muy bonito, es muy bonita la idea que a través de Brownie se pueda hablar de los derechos de los animales y se pueda reflexionar y hacer una figura más cercana».
Y casi en el mismo momento, agregó: «Siento que hay una sensación, un viento de cola muy positivo y que hay muy buena recepción de la gente, pero tengamos mucho cuidado también en no idealizar a nadie, partiendo por mí».
En definitiva, y fuera de las redes sociales, lo que vale es que argentinos y chilenos no vivan una vida de perros. Cómo ese que te mira, esperando que lo saques a pasear.
(Sputnik)