El MVD 1, desarrollado por Eolo Pharma, es «un ejemplo» de las cosas que el Institut Pasteur quiere hacer, dice su director
En Uruguay, el sobrepeso y la obesidad afectan aproximadamente a dos tercios de los adultos, a cuatro de cada 10 niños en edad escolar y a uno de cada ocho preescolares. Son números altos a escala regional sobre una problemática que existe en todo el mundo. «Esta es la verdadera pandemia del siglo XXI, de la que ahora nos olvidamos porque llegó el Covid-19», definió Carlos Batthyány, director del Institut Pasteur (IP) de Montevideo.
Este doctor en Medicina y Bioquímica señaló algunos de los aspectos que alimentan a esta enfermedad como un drama global: el mundo occidental se la exportó al oriental y en todo el planeta hay más obesos que desnutridos. En Uruguay es un problema que crece con rapidez.
Por eso, no sorprende que un compuesto destinado para prevenir y tratar la obesidad, así como sus complicaciones metabólicas potencialmente mortales, tal co-mo la diabetes tipo 2, sea el primero inventado y desarrollado en laboratorios uruguayos que pasa a una fase 1 de investigación clínica. Este paso quiere decir que el compuesto MVD1 –llamado así en honor a Montevideo y surgido del trabajo de investigadores y científicos del Institut Pasteur y la Universidad de la República (Udelar)– será probado en seres humanos. De superar las próximas etapas, que serán largas y sumamente costosas, podrá convertirse en un fármaco. Y en un hito.
En sí, ya lo es: «Que sepamos, esta es la primera vez que desde un laboratorio uruguayo se llega a probar un compuesto en pacientes. Y posiblemente lo sea de Sudamérica, ya que si hubo experiencias previas son difíciles de encontrar. Y pese a que hay tres premios Nobel en ciencia en Argentina, todos los fármacos que se consumen en América del Sur vienen del norte», dijo Batthyány a Búsqueda.
Etapas cumplidas y a seguir
El compuesto fue desarrollado por la empresa Eolo Pharma. Se trata de una startup uruguaya y argentina nacida en 2018 que se inició con investigadores del Pasteur y la Facultad de Química de la Udelar. Virginia López, cofundadora de la compañía, dijo a Búsqueda que este proyecto pudo desarrollarse gracias al apoyo de una aceleradora argentina, Centro de Innovación Tecnológica, Empresarial y Social (Cites), que aportó los primeros fondos para el trabajo de la molécula en laboratorio y luego en la fase preclínica, ya con animales vivos. Estas etapas tuvieron un costo de casi US$ 3,7 millones.
Más allá de que se trate del primer compuesto uruguayo con miras a terminar en farmacias, el trabajo excedió y excederá en mucho los límites nacionales, incluso los regionales. Los estudios preclínicos realizados en ratones obesos, ratas y minipigs (cerdo doméstico de menor tamaño que el común, modificado genética-mente por humanos para experimentación o ser animal de compañía) se realizaron en países como India, Hungría, Austria y España, según contó López.
Habilitar la experiencia en humanos ya requirió la aprobación de reguladores como la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y otros organismos reguladores en Europa y Australia.
La fase 1 en humanos tiene un costo estimado de otros US$ 3 millones, que se financian con aportes de Cites y Ficus Capital. Esta etapa de pruebas se desarrollará en Australia.
«Ahí este tipo de estudios toman mucha relevancia y hay organismos regulatorios muy ágiles y eficientes. Tiene experiencia y un ecosistema clínico que lo permite. Además, han tomado a la obesidad como un problema muy importante: está entre los primeros cinco países del mundo en prevalencia», explicó López.
La fase 1, que comenzará en 2023, tiene como principal objetivo testear que el compuesto no produzca daños a quien lo ingiere. Está lejos de ser el final del camino. Es la fase 2 la siguiente, «cuando se estudia si tiene el efecto farmacológico deseado», indicó López. Ese paso es más caro porque al análisis de la seguridad se le suma el de los beneficios.
La fase 3, la última antes de habilitar la venta al público, es parecida a la anterior pero más extensa, ya que tiene que probarse en varios lugares del mundo a la vez para ver si actúa de la misma manera sin importar etnias, dietas y factores ambientales.
El desarrollo total de un fármaco lleva unos 15 años aproximadamente. En fases clínicas, incluyendo la previa con animales, se insumen entre cinco y ocho. Y de ir sorteando los pasos será necesaria una mayor financiación. Según Batthyány, para que un medicamento de síntesis orgánica llegue a las estanterías de una farmacia es necesario invertir antes entre US$ 500 y US$ 1.000 millones.
Rédito económico
Detrás del avance de este primer desarrollo, hay otras 60 moléculas trabajadas por esta startup patentadas, que se espera sigan el mismo camino. Hay tres grandes campos de la salud a los que estas apuntan, señaló López: las enfermedades cardio-metabólicas, las neurodegenera-tivas y las autoinmunes.
«Esto que pasó con Eolo es un ejemplo de las cosas que queremos hacer», afirmó el director del Pasteur, quien sostuvo que la ciencia y la tecnología deberían ser políticas centrales del país.
«No hay país desarrollado que no lo haga. Todos los países a los que miramos con cierta envidia pusieron a la ciencia en el centro», agregó.
Batthyány destacó que, además de hacer ciencia, en el Pasteur se propusieron «valorizar el conocimiento». Eso se traduce en patentar los descubrimientos antes de publicarlos, lo que reconoce el trabajo de los investigadores y la institución, y genera un rédito económico al trabajo científico a través de las licencias. Esto es fundamental, agregó, ya que más allá de que el Estado aporte a través de la Udelar o la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), son las inversiones privadas las que motorizan el desarrollo de las investigaciones.
Aunque aún falta mucho para saber si eso puede traducirse en un medicamento, los investigadores celebran los logros obtenidos. «Esto es una enorme alegría. Siempre trabajamos para encontrar evidencias de que lo que hacemos puede disminuir la incidencia de las enfermedades más importantes. Es un sueño cumplido», resumió López. Y Batthyány agregó: «Es romper con el concepto de que en Uruguay no se puede».
Búsqueda Nº 2206
Foto: Javier Calvelo / adhocFotos