Maximiliano Campos (PC)
En estos últimos días vimos uno de los espectáculos más extravagantes de la televisión mundial. Dos personas rodeadas por tribunas de gente variada se atacaron constantemente y sin piedad.
En las dos instancias que les tocó cruzarseen debates en la TV, no vimos por parte de ninguno de los candidatos a presidente de los Estados Unidos (Hillary Clinton por el Partido Demócrata y Donald Trump por el Partido Republicano) propuestas para mejorar su país.
Para este humilde espectador en ambas ocasiones ganó Clinton, aclarando que se podría decir que le fue bastante fácil puesto que tiene uno de los hombres más retrógrados y nocivos del mundo libre como rival. Parece mentira que el espectáculo que se brindó para el mundo entero se llame “debate presidencial”, en especial la segunda instancia que debió ser moderada por Jorge Rial o Angel de Brito, ya que los presidenciables se dedicaron únicamente a atacarse el uno al otro, digno de una pelea de vedettes argentinas.
En Norteamérica hay una larga tradición de debates de presidenciables en televisión desde los años 60, en que se produjeron los primeros entre Kennedy y Nixon hasta los que vimos estas últimas semanas, que poco se parecen a aquellos debates fuertemente ideológicos.
Los debates fueron muy criticados en todo el mundo,porque llevan a disputaspersonales, no se hacen propuestas sino que se apela a sloganes y los candidatos eligen prepararse para no patinar y no salirse de su campaña.
Pero de todos modos parece bastante triste que en nuestro país los ciudadanos tengamos la posibilidad de ver a los candidatos debatir y confrontar ideas, propuestas, posturas o simplemente ver su reacción al verse incómodos.
En Uruguay el último debate se produjo en las elecciones 1994, aquél recordado entre Sanguinetti y Vázquez. Nunca más tuvimos la oportunidad de escuchardebatir a los postulantes a la residencia de la calle Suárez.
¿Sirven los debates? ¿Aportan a los ciudadanos? Mi respuesta es un contundente SI, sin dudarlo.
La duda que surge es: ¿Podemos los ciudadanos permitir que quienes se presentan para ocupar la Presidencia de la República nos nieguen la posibilidad de verlos en una confrontación directa? Creo que no podríamos, pero en la realidad se ha dado.
El actual presidente se negó a debatir en las elecciones de 1999, 2004 y 2014, con el argumento de ir arriba en las encuestas. ¿Cuál es la razón? Quizás la respuesta está en su mala experiencia pasada en 1994, donde Sanguinetti salió claramente victorioso. Debemos preguntarnos: ¿Es éste un argumento válido? ¿O simplemente un hecho de poco compromiso democrático con la ciudadanía?
Hace unos años el diputado Amado presentño un proyecto para que los debates presidenciales fueran obligatorios.Frente a esto debo decir que no soy partidario de este proyecto, y no porque no crea en la importancia de los debates, sino porque creo que esto debe ser un acto de libertad y no puede ser obligatorio.Pero me parece una actitud mezquina para con la ciudadanía no presentarse a una confrontación, donde lo que está en juego es el proyecto país. También creo que es un acto de cobardía.
En fin, como ciudadanos de a pie o militantes de partidos políticos (no importa cual) deberíamos exigir a nuestros políticos que debatan, que sean claros con sus ideas, que no puedan refugiarse en ir arriba en las encuestas o en cualquier otra excusa, porque deben tener la valentía de enfrentar públicamente al rival, presentando su proyecto de país, uno de los proyectos que se llevará a cabo.Los ciudadanos merecemos estar bien informados para decidir qué futuro queremos.
Como orientales, no podemos ser indiferentes ante esta realidad.En 2019 debemos exigir que haya debatesde candidatos presidenciales para votar bien informados.