Editorial Jorge Carozo Barcelona.
Los cambios que la sociedad ha experimentado en los últimos años también afectan a la infancia y, en ocasiones, ser niño ya no es lo que era.
Muchos padres y madres actúan más como colegas que como progenitores. En aquella infancia que vivimos los de mi generación, los padres eran eso, padres. Enseñaban a los niños y niñas a ser personas, a tener lo que se llama urbanidad. En definitiva, maneras de comportarse y ser respetuosos, cómo actuar en unas y otras ocasiones, qué hacer y no hacer en determinadas situaciones.
Hoy, raro es el padre o la madre que corrige en público a su hijo cuando éste no para de gritar o correr entre las mesas de un restaurante; o juega con los cubiertos y los vasos que, seguro, acabarán en el suelo.
Hace no tantos años, una sola mirada del adulto era suficiente, no hacía falta ni una palabra más alta que otra. Pero hoy los padres se han convertido en iguales a sus hijos, lo que puede devenir en un gran error, porque esaactitud se amplía alaescuela.
En ocasiones, el papel del maestro o profesor no es valorado por la familia del alumno y le privan de toda autoridad. Dan la razón al niño casi sin escuchar a los demás. La familia llega con las dudas y la desconfianza puestas en el profesorado. Y los niños hoy tienen mucha más suspicacia que antes, aprenden muy rápido y sabiendo que sus padres están de su lado aprovechan para faltar el respeto a los educadores.
Algunos niños prefieren el riesgo de mirar una pantalla, horas y horas, ensimismados con los videojuegos. Habría que preguntarse qué es más arriesgado, si jugar sentado en el sillón o en la calle, al aire libre, como se ha hecho siempre. Dudo si los pequeños de ahora saben jugar a juegos que sirven para socializar, para compartir el tiempo con otros niños y aprender a jugar y a vivir, a cumplir las reglas, a ser amigos y compañeros.
Es tal el número de cosas que tienen que hacer los niños luego de salir de clase que, cuando llegan a casa, están como si hubieran corrido una maratón. Ahora, todo es un ir y venir de actividad en actividad.
Meterse con algún compañero no era tan grave, ni tenía la violencia que tiene en la actualidad “el acoso” escolar. Pero ahora, afecta a niños a partir de los siete años. Se acosa y se agrede de forma violenta y, por si fuera poco, se publica en las redes sociales. ¿Las familias no son conscientes de lo que pueden hacer o sufrir sus hijos? ¿Qué sucede para que niños y niñas no confíen en sus padres y en susmaestros?
Al niño hay que escucharlo, ayudarlo en sus problemas, animarlo en sus malos momentos, respetar que quiera o no realizar actividades fuera del horario escolar e inculcarle el respeto a los demás.
Los niños serán siempre niños, pero las cosas han cambiado. Unas para bien y otras para mal. Sea como sea, ser niño ya no es lo que era.