Sin perjuicio que el tema que convocará la concurrencia de las autoridades de la educación al Parlamento el próximo 21 de febrero pueda parecer extraño, siempre es bueno hablar de educación, sólo que nadie hubiera pensado que comenzaríamos el año hablando de un tema importante, motivados por unos pequeños e indiferenciables seres azules …
Diputada Susana Montaner (Partido Colorado)
Debo reconocer que he tenido que investigar sobre estos personajes: los Pitufos. Ello resultaba necesario, dado mi poco conocimiento sobre estos seres, para comprender la metáfora empleada en un libro de historia destinado a alumnos de 6to año que los pone de ejemplo para que niños de 12 años comprendan o tengan idea del comunismo. Con asombro descubrí que acerca de los Pitufos se ha escrito ríos de tinta.
El Periodista argentino Alejo Schapire, en un artículo que escribió desde Paris, en el 2011 en ocasión del estreno de una película sobre los Pitufos 3D, comienza el análisis preguntando: “¿Qué clase de doctrina política domina la vida de los pitufos que obedecen ciegamente a Papá Pitufo? ¿Por qué todos llevan un revolucionario gorro frigio y, con la significativa excepción del líder –vestido de rojo y con una barba marxista–, son idénticos, intercambiables? ¿Y qué sistema rige la economía de la aldea, basada en el colectivismo, el trabajo obligatorio y la ausencia de moneda? ¿Y todas esas hoces y esos martillos que aparecen juntos todo el tiempo?”…
El libro de los Pitufos , luego dibujo, luego película fue narrado como cuento acerca de seres imaginarios que viven en un mundo ideal de felicidad casi primitiva, en una aldea, que mucho parece un gulag , de donde no se puede salir, que se rige bajo la autoridad del Pitufo jefe, diferenciable del resto por ser barbudo y de gorro rojo, y donde la felicidad -casi primitiva de un mundo pre-capitalista- es amenazada siempre desde “el afuera”.
Coincidamos que estos personajes poco tienen que ver con la doctrina comunista que inspiró a Marx, por cierto nada simple de explicar a un niño de 12 años. Desde ya les digo que –la alegoría de este libro de la Prof. Pera, destinado sexto de escuela – resulta conceptualmente poco feliz y en mi concepto, errada.
Pero yo no quiero caer en analizar concretamente este caso, sino que quiero ir al fondo del asunto. No se trata de salir a la caza de brujas, como se ha dicho, para determinar –una vez más- la posible responsabilidad política que le cabe a las autoridades de la enseñanza. O al menos no se trata sólo de eso, sino de algo más profundo e importante: la educación que estamos brindando a los niños y jóvenes del presente.
Podemos enfocar la analogía utilizada por la autora del libro con la visión ideológica sobre lo cual se discute hoy día o hacerlo con una visión pedagógica y encararlo como lo que es: un mero recurso didáctico.
Porque, en definitiva, esto no deja de ser una herramienta didáctica que el docente usa para que, en este caso niños de 12 años, puedan “decodificar” un concepto, que como dijimos es complejo. Nada fácil de explicar y menos aún de entender a esa edad.
Importa sin duda que el concepto que se trasmita con el ejemplo sea correcto y que dé una visión, lo más objetiva posible, de los hechos tal cual ocurrieron. No nos olvidemos que el ejemplo viene a colación del párrafo anterior y éste refiere a Marx y al ideal comunista de una sociedad más justa, que -por cierto- poco tiene que ver con la rudimentaria, si se quiere (en todo caso) feudal, en la que viven los Pitufos.
Solo digamos que si ese es el concepto del que se está hablando obviamente no peca por lo que dice, sino por lo que NO dice, al presentar una visión ideal (que se intenta salvar con el lenguaje condicional que emplea el libro) y que omite decir que pasó y sucedió en el mundo real con el ideal comunista y la aplicación de la doctrina marxista.
¿Y por qué digo esto? Porque este libro (que si tiene otras ineptitudes no lo sé, porque no me voy a detener en buscarlas), no es inocente. Su autora ya ha tenido otras inexactitudes históricas.
Otro docente de historia ha dicho: “El pitufogate puso en primer plano un problema que tiene una década: la ausencia de criterios y límites para enseñar historia reciente” y yo agregaría… incluso la no tan reciente.
Eso sí debía importarnos. Se pretende restar importancia al hecho diciendo que el libro no se utiliza en instituciones públicas, sino que es parte de la bibliografía que sugieren algunos colegios privados. Incluso hizo que algunos de esos colegios sintieran la obligación de emitir comunicados diciendo que no utilizan el libro porque “no se comparte alguna de sus propuestas”.
El mismo consejero Florit aclaró que más allá de la “comparación desafortunada” el texto no se usa en Escuelas Públicas, aclarando que el consejo no censura ni controla su uso por parte de Colegios privados.
Independencia de criterio que es ratificado por la Presidenta de Asociación de Institutos de Educación Privada, quien según informa el diario El País, expresó que «cada centro elige los libros que puedan ser referencia o apoyo para el desarrollo de su proyecto educativo».
También la Editorial salió a dar su opinión aclarando que «trabaja con un espíritu laico y republicano” y que «se sacó de contexto» lo expresado en el libro
Hasta ahí los hechos. Pues bien, saquemos algo positivo de esto y tomemos el mismo como disparador para discutir de educación. No compartimos la censura previa, pero si la responsabilidad del autor por sus dichos y de las autoridades de la educación por la falta de control.
Porque el control de la educación sí le compete al Consejo respectivo, en este caso Primaria.
Tanto Secundaria como UTU manejan protocolos por los cuales los Inspectores revisan los contenidos publicados, hacen informes técnicos fundamentando su opinión y luego se resuelve si esa será o no la bibliografía oficial recomendada para el uso en los liceos.
Y no estamos hablando de dirigismo, ni de centralización. Que no se nos malinterprete. Estamos hablando de criterios técnicos y de evaluación por expertos para recomendar la bibliografía oficial.
Es así que el CEIP debería evaluar este libro para definir si es acorde al nivel para el cual se dirige y si es técnicamente recomendable como recurso educativa.
En igual sentido, debería adoptar un criterio general que de garantías respecto del material educativo que se emplea, sopesando los recursos didácticos o herramientas usados en ellos.
Sin duda los Pitufos no cambiarán el ADN de la educación, pero tampoco formarán seres azules, intercambiables e idealmente felices.
Si nos permite hablar de educación sin caer en pitufilandia, bienvenido sea el disparador, de este poco feliz ejemplo empleado.