La reforma al Sistema Previsional no es necesariamente una mala noticia, la complejidad de entender su ajuste generalmente opaca a otra noticia por demás
buena, vivimos más y vivimos mejor.
Con la creación de la Comisión de Expertos en Seguridad Social, la Ley de Urgente Consideración dio el puntapié inicial para la discusión sobre
una reforma necesaria desde hace por lo menos un lustro, la reforma de nuestro sistema previsional, el cual a pesar del
buen desempeño de varios de sus componentes, ve comprometida su sustentabilidad financiera en el mediano plazo.
Esta nota no busca evaluar nuestro sistema, ni mucho menos tiene como fin proponer cambios, sino que se limitará
a describir sus principales componentes a ser considerados en cualquier posible reforma.
Según la OCDE existen seis componentes, o “pruebas”, que deben de ser superadas para estar ante una reforma que busque ser exitosa. El primero de ellos es
la cobertura, debe de abogar por lograr ser de carácter universal, la misma puede ser tanto por un pilar obligatorio de aportación, así como un pilar voluntario, o como lo es en el caso uruguayo, que admite la posibilidad de combinar ambos. La reforma que se avecina es una oportunidad para reafirmar la importancia de crear una cultura previsional, para que el ciudadano incorpore otros componentes en la planificación de su retiro, como lo es el ahorro voluntario o la compra de rentas vitalicias a una aseguradora.
La sostenibilidad financiera es un componente fundamental a ser tomado en cuenta para el diseño de cualquier sistema previsional, el poder cumplir con las obligaciones comprometidas a sus cotizantes se debe en gran medida al esquema financiero implementado, tenemos que poder pagar
lo que nos comprometemos a pagar. Aquellos sistemas que no han logrado pasar esta prueba se han vuelto verdaderos dolores de cabeza para
los estados, en algunos casos llegando a desatar dramas fiscales de envergadura como lo fue el caso Griego, que terminó
en 13 recortes de jubilaciones para lograr la sostenibilidad a futuro.
Los beneficios y prestaciones a ser cubiertas deben de tener el carácter de adecuados, con esto nos referimos a que deben de ser justos actuarialmente (lo cobrado debe de tener relación con lo previamente aportado), deben de ser justos intergeneracionalmente y por último deben de ser suficientes para
afrontar un retiro con calidad de vida. Los sistemas deben de estar pensados para pagar prestaciones que garanticen un determinado estándar de
vida, si no lo logra seguramente las expectativas insatisfechas pongan en duda al mismo.
Los incentivos deben de estar alineados de tal forma que motive a los cotizantes a trabajar más años, ahorrar y a no sub declarar, esto se logra en
gran medida garantizando la justicia actuarial antes mencionada y premiando con beneficios futuros un mayor aporte presente.
La administración del sistema debe de ser eficaz y eficiente, para así no depredar los recursos que deben de ser usados para capitalizar el ahorro
o pagar prestaciones, una burocracia sobredimensionada puede socavar los esfuerzos de todo un sistema.
Por último se recomienda prestar atención a la diversificación de las diferentes fuentes de ingresos y las formas de su financiamiento, ya sean
esquemas de capitalización o de reparto, se plantea que los ingresos del sistema no dependan únicamente de las aportaciones atadas a la masa
salarial, como lo son en el caso Uruguayo parte de la recaudación por IVA o el IASS destinados a financiar al BPS.
Estos seis componentes, o “checks” a ser considerados en toda reforma pueden ser más o menos ponderados de acuerdo a la visión ideológica de quienes la diseñan, pero igualmente deben de ser tomados en cuenta en el global, sino seguramente veremos al proyecto de reforma naufragar ya sea por malos
resultados, o por incumplir las expectativas de los ciudadanos.
Fuente: diarioeldia.uy