El pasado 25 de agosto se llevó cabo la séptima edición del Jidón Nelly y Nahum Bergstein, en su séptima edición.
Por segunda ocasión el evento tuvo lugar en el Colegio Alemán, que ya resulta ser un cálido anfitrión. También por segunda en medio de pandemia, lo cual más allá del aforo limitado, no impidió en absoluto el éxito del concurso en el que triunfó una tacuaremboense.
La ganadora fue una muchacha de Tacuarembó llamada Romina Sosa, estudiante de primero de Psicología de la Universidad de la República. No se trata de una estudiante de secundaria, como la mayoría de los casos, pero Romina tiene los dieciocho años admitidos para participar. Había viajado con la madre desde su Tacuarembó natal el sábado por la mañana, y por la noche se alojaron en el Centro de Estudiantes de Tacuarembó. El domingo a las tres y media, Romina se presentó al concurso con la mente fría y por lo visto, muchas horas de lectura encima, ya que se impuso claramente a los demás participantes, recitando cada respuesta como si de veras la estuviera leyendo del libro. Y a la hora de recibir los premios, mostró la candidez y la humildad de la gente de tierra adentro, antes de la espera hasta la noche para embarcar a la tierra de Gardel, pero eso sí, con el cheque en mano.
El Jidón es un certamen de conocimientos, siempre relacionados con la historia judía, cuyo objetivo es promover y difundir la cultura judía entre las nuevas
generaciones uruguayas de todos los credos. Se organizada hace siete años, y lleva en nombre del ex legislador y abogado Dr. Nahum Bergestein (fallecido) y en esta ocasión también de su esposa Nelly.
En realidad, el concurso había empezado, siete días antes, con la ronda previa. Fue una prueba por zoom, múltiple opción, a la que se presentaron 25 inscriptos, de los cuales solo uno representaba a las escuelas judías (una estudiante del Yavne que no pasó). De este primer filtro pasaron la mitad —trece— a la instancia presencial en el Colegio Alemán. Esta prueba múltiple opción sería fundamental más adelante, aunque nadie lo sospechaba aún.
El certamen tuvo la mecánica de siempre. Tres jurados, Ramiro Rodríguez Villamil, Roberto Cyjon, además de Silvia Facal, docente y doctora en historia. No solo que fue la cara femenina del jurado, sino que sustituyó a su antecesora Ana Ribeiro, a la cual de todos modos une un parecido físico muy llamativo. Además de los jurados —sentados en la mesa de escrutinio, rodeados de muchos papeles— estaba el locutor Gabriel Goldman, parado sobre el atril, y quien una vez más formulara con suma paciencia las preguntas, varias de ellas un par de veces. Y en las sillas del público, los concursantes y algunos pocos más, puesto que el aforo permitía hasta cuarenta y cinco personas, entre los que estaban los más allegados, los tres últimos ganadores del concurso, un par de fotógrafos de variedades, más algunos invitados de alcurnia.
Hubo varios colegios representados, de Montevideo y del interior, y claro está, de la UdelaR. Algunas de estas localidades que dijeron presente, fueron Canelón Chico, la ciudad de Florida (justo en el Día de Independencia de la patria), y también la cercana Lagomar, cuyo colegio Santa Elena llevó no solo
la delegación más grande, sino también al profe de historia. El concurso constó de tres rondas. Una primera con los trece chicos mencionados (para
desempatar, se improvisó recurriendo a la prueba de la semana anterior), una segunda con seis (también hubo desempate, pero se decidió con preguntas),
y la última ronda con tres. Esta última ronda de tres concursantes, fue para determinar el orden, y quién se llevaba el premio mayor.
En caso de respuesta correcta, se asignaba un punto; pero si estaba parcialmente bien, era medio punto.
Este año el concurso versó — siempre hay un eje medular— acerca de los 75 años de los Juicios de Núremberg, ya que se cumplía fecha redonda. Para
esto, se indicó extractos de libros alusivos a la temática, no solo por los Juicios de Núremberg en sí, sino por temas que abarcaban el Juicio de Riga
(mencionado en el libro Los que nunca olvidarán de Fernando Butazzoni) y otros juicios del lado de la Guerra en el Lejano Oeste. Una pregunta interesante fue por qué se eligió a Núremberg como sede de los Juicios: porque a pesar de la devastación, tenía el único juzgado que seguía en pie. O por qué hubo pocos altos oficiales condenados: porque la mayoría se había suicidado. O dar una denominación universal de los horrores de los nazis: el mal absoluto.
Extracto de nota publicada por Semanario Hebreo Jai. Por Ionatan Was / Foto: Andrés Aksler