Gardel graba en Columbia
En las notas anteriores analizamos los primeros diez temas de la primera grabación del cantor: El Tirador Plateado, Yo sé hacer, La mañanita, Pobre madre, El Poncho del olvido y Palanganeando, El sueño, Pobre flor, La mariposa y Es en vano. En esta edición comentaremos los temas Brisas de la tarde, El almohadón, A Mitre y Pobre mi madre querida. De esta manera completamos la primera serie de grabaciones del cantor.
11- BRISAS DE LA TARDE: José Mármol nació en la ciudad de Buenos Aires el 2 de diciembre de 1817. Hacia 1840 se radicó en Montevideo desde donde inició una larga campaña literaria, a través de publicaciones periodísticas y libros, en contra del régimen de Rosas.
En 1844 comenzó a escribir sus «Cantos del peregrino» estimulado por los poemas del célebre poeta inglés «Lord Byron». También escribió dramas en versos como, «El poeta» y «El cruzado», ambos del año 1842.
En 1851 publicó «Amalia», siendo por muchos años la novela más difundida, por ser la primera, dentro de la literatura argentina, en la que se describen hechos políticos e históricos, tomados de la realidad, como escenario dentro del cual se mueven los personajes de la ficción. Además de obras dedicadas a la vida política de su tiempo, José Mármol es autor de numerosas poesías de tono esencialmente lírico.
Después de la caída de Juan Manuel de Rosas, Mármol retorna al país, abandonando casi por completo la poesía, y pasa a desempeñarse como director de la Biblioteca Nacional.
Hacia el año 1854 comenzó a recopilar todos sus poemas de carácter político junto a otros de tono personal para editarlos luego en dos volúmenes encabezados con el título de «Armonías».
De los numerosos poemas que fueron incluidos en la mencionada recopilación, alrededor del año 1910, Carlos Gardel elige uno titulado «Melancolía» al que le coloca una melodía en tiempo de habanera y lo graba en 1912 con el título «Brisas de la tarde» siendo ésta la primera habanera que registra en su discografía.
La canción «Brisas de la tarde», es la primera obra con versos de catorce sílabas que Carlos Gardel lleva al disco.
El clérigo Gonzalo de Berzeo (1180-1247), fue el primer poeta que utilizó esta métrica, y sus poemas son las primeras obras no anónimas, que se conocen, de la lengua española. En efecto, el mencionado poeta relató con versos de catorce sílabas, las hazañas de Alejandro Magno y, por tal motivo, a esta métrica se la conoce con el nombre de Alejandrinos.
A través del tiempo, esta denominación se extendió también a los versos de más de catorce sílabas. Celedonio Flores fue uno de los primeros, o tal vez el primero, de nuestros poetas populares, que utilizó esta estructura literaria, que incluso la llevó a 16 sílabas por verso.
Los Alejandrinos «Brisas de la tarde» fueron musicalizados por Gardel en tiempo de habanera, no obstante, es muy posible que esta melodía haya sido una de las innumerables habaneras anónimas que se ejecutaban en el Río de la Plata durante los últimos años del siglo XIX, cuando era cosa común y cotidiana escuchar habaneras por todas partes, especialmente entre las clases populares.
Esta antigua melodía, también sería usada una década más adelante por los hermanos Francisco y Juan Canaro, para (supuestamente) componer nada menos que el tango «La brisa», con letra de Juan Andrés Caruso y que Carlos Gardel también llevaría al disco diez años más tarde, es decir, en 1922.
12- EL ALMOHADÓN: Andrés Cepeda escribía con gran sencillez y cualquier tema o asunto, por vulgar y cotidiano que fuera, podía servir para despertar su inspiración. En cierta oportunidad, en la que como tantas otras fue arrestado, queriendo conocer los motivos por los que se lo había detenido, escribió una nota dirigida al jefe de investigaciones, comisario José Rossi. Aquella nota tenía una particularidad que en Cepeda era cosa habitual, estaba redactada en versos y se expresaba con este tono y lenguaje:
Señor Rossi, Don José, Jefe de Investigaciones:
¿Quiere darme las razones Porque me detiene usted?
Quiere ganar un galón Y me hace detener…
Y no hay nada que hacer A su orden de mandón.
Me da de armas portación Sin tener un alfiler.
Por aquellos años estaban en plena vigencia los movimientos anarquistas y, según se desprenden de sus obras, Andrés Cepeda simpatizaba con esos movimientos. Por lo pronto consideraba que la propiedad privada era un delito en un mundo de hambre y miseria generalizada; de ahí que jamás ocultó su inclinación por el robo e incluso solía burlarse de la función policial y, por la forma en que tal función era ejercida, siempre a favor de los poderosos y en contra de los más necesitados, pensaba seriamente que su condición de delincuente era una «profesión» de mayor jerarquía que la función policial, detestada por las clases populares.
Tan persuadido estaba de esta idea que se la expresó a un oficial de policía a través de una breve nota que le hizo llegar, redactada en versos tal como era su costumbre habitual:
Será mala profesión Lo de ladrón, no lo niego,
Pero Oficial, yo le ruego Que piense con atención:
Entre empleado policial Y ladrón, si yo no erro,
El primero es un gran perro Y el otro un profesional…
Por causa de ese desprecio popular, tan generalizado, que soportaba la función policial, aún hoy son admirados y hasta queridos, casi como santos, verdaderos delincuentes cuyas famas surgieron fundamentalmente a expensas de la cobardía y los abusos de los, por entonces, mal llamados «guardianes del orden».
En otra ocasión, Cepeda fue retirado, por unas horas, de su celda y al ser devuelto a ella se encontró con que alguien le había roto su almohadón. No había mucho que pensar, seguramente un compañero de prisión, molesto por algo que había hecho o dicho Cepeda o, tal vez, por las envidias, temores o desconfianzas que despertaba entre la gente del ambiente en el cual se movía, debido a que parecía más un intelectual de café que un delincuente.
Lo cierto es que, sin mostrar molestia alguna, meditó unos instantes y luego escribió la siguiente octava:
Una mano despiadada, Tal vez con maldad profunda,
Vino a romperme la funda De mi querido almohadón.
Me causó tanta tristeza Al mirar esa rotura
Que se llena de amargura Mi sensible corazón.
A partir de estos versos, el «loco» Andrés Cepeda, algún tiempo después, elaboró un sencillo poema de carácter popular que fue publicado, como casi toda su obra, estando entre rejas y, por muchos años todos sus versos se continuaron publicando, aún después de su muerte.
Gardel tomó aquellos versos y los llevó al disco en tiempo de vals con el título «El almohadón». La música que Gardel utilizó fue otra de las tantas melodías populares anónimas que andaban rondando por la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, aproximadamente desde la segunda mitad del siglo XIX.
Las últimas publicaciones de los versos del «Loco Cepeda» se efectuaron alrededor del año 1940 en la ciudad de Buenos Aires, mientras que, en algunas poblaciones del interior del país, especialmente en las Provincias de Buenos Aires y Córdoba, todavía en los primeros años de la década de 1950 solían aparecer en algunas revistas y folletos de poesía popular.
13- A MITRE: El día 19 de enero de 1906 falleció, en la ciudad de Buenos Aires el general Bartolomé Mitre. Este militar argentino fue, además, estadista, poeta, historiador y periodista. Había nacido en 1821 en esta misma ciudad. Llegó a ser Presidente de la Nación, durante el período que va de 1862 a 1868. Fue fundador, director y propietario del acreditado diario «La Nación», conocido primero como «La Nación Argentina», periódico que fue utilizado fundamentalmente para exaltar su figura, en especial por parte de sus descendientes después de su muerte.
El 11 de diciembre de 1910, a punto de cumplirse cinco años de la desaparición del general Bartolomé Mitre, la publicación tradicionalista «La pampa argentina», en su edición Nº 76, da a conocer unos versos titulados «Memoria a Mitre», versos que evocan, precisamente, a este personaje de la historia y la política argentina.
El autor de estos versos fue Juan Bautista Etchepare, un cantor popular, hoy olvidado que había nacido en Buenos Aires el 14 de mayo de 1887, y falleció en la misma ciudad alrededor de 1920.
Quienes dan como autor de estos versos al escritor y político Belisario Roldán (1873-1922) es evidente que no han reparado en los escasos recursos literarios que la obra posee, recursos nada dignos del famoso orador, autor de «El rosal de las ruinas» (1916).
A pesar de no haber aparecido nunca el nombre de Belisario Roldán, en catálogos, o etiquetas de discos, todavía continúa la creencia de que el destacado escritor es el autor de estos versos que Juan Bautista Etchepare, bajo su firma, publicó en la revista tradicionalista «La pampa argentina» el día 11 de diciembre de 1910.
Carlos Gardel llevó al disco «A Mitre», con una melodía en tiempo de vals que fuera muy conocida y que hoy se difunde como perteneciente a Enrique Caviglia, un editor musical que se apropió de la obra publicando como suyo un arreglo que en 1895 había realizado el payador Pablo José Vázquez sobre una antigua melodía de autor desconocido. Pablo J. Vázquez realizó este arreglo para cantar sus propios versos titulados «Santos Vega».
Este popularísimo vals fue usado por muchos payadores y letristas para cantar otras obras: José Betinotti, por ejemplo, lo usó para sus versos titulados «In memorian»; Ángel Marino, le puso esta música a su poema «La muerte del zorzal»; Francisco Bianco, para su «Adiós viejo pago»; Juan Martínez, para «Memoria a Gabino»; y Ricardo Podestá para su famoso poema «La loca de amor».
Pablo José Vázquez fue un payador nacido en Buenos Aires el 25 de enero de 1864. Hacia 1880, contando solamente con 16 años de edad, comenzó a ganar cierta popularidad y, al año siguiente, 1881 actuó con José Podestá en el teatro Politeama. Se presentó también en muchos otros teatros, incluso en los de la ciudad de Montevideo.
Los contrapuntos más importantes (que tuvieron gran resonancia en la época) los mantuvo con Nemesio Trejo en 1884. No obstante, su más célebre payada la mantuvo en octubre de 1894, en la ciudad de Pergamino, con Gabino Ezeiza.
Vázquez recorrió gran parte del país en busca de adversarios y haciendo desafíos que desataban un entusiasmo delirante en el público. Hizo también muchas giras como integrante del elenco de los circos «Carlo», «Rossi», «Raffeto» y «Anselmi».
Pablo José Vázquez, que era maestro de escuela, fue uno de los más lúcidos payadores. En el año 1895 publicó el folleto «El payador argentino». Dos años más tarde, más precisamente el 26 de junio de 1897, falleció en la ciudad de Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires; contaba tan sólo con 33 años de edad y quedó durante muchos años en el recuerdo popular.
La letra del vals «A Mitre», ha sido estructurada en cinco octavas: tres de esas octavas llevan versos decasílabos (esto es, de diez sílabas) y dos con versos octosílabos. Estas estrofas se van sucediendo a lo largo de la obra, en forma alternada.
14- POBRE MI MADRE QUERIDA: La última grabación registrada por Carlos Gardel para el sello Columbia corresponde a la obra más famosa y difundida del payador José Betinotti quien fue el más popular y querido por el público del Río de La Plata.
Betinotti había nacido en la ciudad de Buenos Aires el 25 de julio de 1878. En 1898, a los 20 años, conoce a Gabino Ezeiza que lo induce a volcarse al canto improvisado. Al poco tiempo comienza a enfrentarse con los payadores más famosos de su tiempo, tanto en Buenos Aires cómo en el interior del país haciendo giras.
Escribió una innumerable cantidad de canciones y publicó libros de versos: el primero fue un folleto titulado «Mis primeras hojas», al que luego le siguieron «Ideal de mi esperanza» y «Lo de ayer y lo de hoy», en 1909. En «Lo de ayer y lo de hoy», publicó los versos de «Pobre mi madre querida» bajo el título «¡Cuanto siento!».
Colaboró en la revista «La pampa argentina» y en 1912 publicó el libro de versos «De mi cosecha» donde los versos titulados «¡Cuánto siento!» reaparecen, pero esta vez bajo el título con el que desde entonces fueron conocidos: «Pobre mi madre querida».
En líneas generales puede decirse que los versos del payador José Betinotti, contienen un acento triste. En dichos versos suelen aparecer con demasiada frecuencia expresiones de un amor hacia la madre cargado de culpas. Las obras «Pobre mi madre querida» y «Como quiere la madre a sus hijos» son dos claros ejemplos de ese doliente estilo.
José Betinotti falleció en su ciudad natal, Buenos Aires, el día 21 de abril de 1915 y de sus obras, Gardel, en algunas cantando solo y en otras a dúo con José Razzano, grabó los siguientes títulos:
-»Puntana»(zamba), -»Tu diagnóstico» (vals), -»Pobre mi madre querida» (vidalita)
-»Adiós que me voy llorando» (canción), -»Como quiere la madre a sus hijos» (vals)
El tema del amor culpable hacia la madre por parte del hijo varón, generalmente único y sin padre, es muy anterior al tango ya que, desde la mitad del siglo XIX, en mucho mayor proporción de lo que se suele suponer, estas madres solían ser solteras y cuando envejecían, en una sociedad cruel y desprotegida, quedaban al cuidado del hijo.
Esta circunstancia, muchas veces, originaba una interdependencia materno filial tan grande, que con cierta frecuencia, el hijo varón no se casaba por no abandonar a su madre. Y aunque, a través de los años, la sociedad fue tratando de igualar los derechos de la mujer con los del hombre, quedaron, en la cultura del Río de la Plata, ciertas sombras de aquella interdependencia entre el hijo varón y la madre que se suele manifestar por medio de un mal entendido «sacrosanto amor por la vieja».
Estas virtuales parejas entre madres e hijos, vivían en medio de una sociedad sin conciencia alguna de esta situación. Las madres, por lo general inmigrantes europeas, se aferraban a lo único que tenían en nuestra tierra, temerosas de perderlo, y el hijo psicológicamente castrado, se sentía responsable de los problemas y sufrimientos de su «santa viejita» a tal punto que, al no tener una vida independiente, no era capaz de organizar su propia vida.
La música de «Pobre mi madre querida» no pertenece, como se suele creer, a José Betinotti; esta melodía es en realidad una vidalita anónima que el mencionado payador recopiló y usó para cantar sus versos. Según el payador Luis García Morel, esta vidalita fue traída a Buenos Aires por un guitarrista del Norte Argentino donde era un aire popular anónimo.
Parecería ser, aunque no hay otro testimonio que lo confirme, que en el año 1931 Carlos Gardel todavía tenía esta obra en su repertorio pues la cantó en una reunión ante Charlie Chaplin en Francia quien, de acuerdo a lo que relata el mismo cantor en una carta fechada el 11 de mayo de 1931, dirigida a doña Berta… Chaplin «…se emocionó mucho cuando le tradujeron los versos…»
Con esta obra registrada por Carlos Gardel, que corresponde al número 14 en el orden cronológico que vamos siguiendo, el cantor finaliza su compromiso con la Casa Columbia. No obstante, no podrá grabar hasta que no transcurra un lapso de cinco años a contar de la fecha en que fue firmado el contrato: 2 de abril de 1912. Fuente: Armando Lofiego 2015: Carlos Gardel, su arte, su tiempo y la historia.
Próxima Semana: Gardel y las Habaneras.