La alternancia es parte de la vida democrática. Es más, es un componente que fortalece el sistema institucional porque permite que los ciudadanos resuelvan con su voto la necesidad de un cambio de partidos en el gobierno.
No hay que dramatizar ni generar temor por la posibilidad de que se produzca una rotación de partidos en el gobierno. Es lo normal, es natural y forma parte de la construcción de un sistema plural y tolerante.
Vale la aclaración, porque en las últimas semanas han proliferado todo tipo de afirmaciones o falsedades indicando que podrían ocurrir afectaciones de derechos, de salarios, de jubilaciones o de beneficios sociales.
Lamentablemente, desde diferentes actores del partido de gobierno, incluso a través de algún aviso publicitario, se han agitado fantasmas buscando asustar a los ciudadanos de manera totalmente indebida, para revertir la tendencia al cambio que se viene consolidando en la opinión de los ciudadanos.
Sin embargo, no pasó nada. El Partido Nacional gobernó por dos períodos y luego volvió a producirse la alternancia con el retorno del Partido Colorado al gobierno en 1966.
Después de la dictadura volvió a ocurrir la alternancia en 1989 cuando, después de un gobierno colorado, ganó el Partido Nacional y nuevamente en 1994 ganó el Partido Colorado regresando al gobierno. De modo que la alternancia entre los dos partidos tradicionales se convirtió en un componente permanente y natural del sistema político uruguayo.
En 2004 se produjo un nuevo cambio histórico. Por primera vez en la historia política del país, ganó un partido diferente de los partidos tradicionales. Este fue un proceso continuo y gradual de crecimiento del Frente Amplio que, finalmente, alcanzó el triunfo con mayoría absoluta.
También en ese momento se agitaron fantasmas. Y algunos representantes de los partidos tradicionales optaron por utilizar como argumento el miedo o las supuestas amenazas que se concretarían si el Frente Amplio gobernaba.
Por supuesto que nada de eso pasó. Y el Frente Amplio ha gobernado con mayoría propia durante los últimos quince años sustentado en su apoyo electoral.
Sin embargo, todo indica que esta vez la ciudadanía ha optado por el cambio.
El fracaso del partido de gobierno en los últimos años, demostrando agotamiento e incapacidad para resolver los principales problemas que tiene el país, junto a un conjunto de alteraciones y hechos de corrupción, más la evidente soberbia y mareos del poder que han emergido en los últimos años, indicaban la necesidad de un cambio.
El próximo domingo la ciudadanía se expresará nuevamente en las urnas y es altamente probable que se pronuncie por un cambio en el ejercicio del gobierno. Si así ocurriera, como esperamos y queremos, nada grave ocurrirá.
Por el contrario, será un triunfo de la democracia y se abrirá un nuevo tiempo político en el que, tenemos la convicción y la esperanza de que se impulsarán las transformaciones más urgentes que nuestro país necesita.
También estamos convencidos de que el triunfo de un gobierno de coalición integrado por varios partidos, no significa ni debe representar la sustitución de una mitad por la otra.
Por el contrario, resulta muy valioso que se mantenga y profundice el diálogo entre todos los uruguayos. Será imprescindible tender puentes para que, más allá de las obvias y necesarias diferencias, se avance a una nueva etapa en la que los uruguayos alcancemos un mejor bienestar y nivel de vida en todas las dimensiones.
Hay que alejar del espíritu de los triunfadores el reflejo de la descalificación del adversario, debe predominar la “mano tendida” para alcanzar un clima de diálogo y respeto.
Esto no significa que no se avance con energía en los cambios imprescindibles y ello implica estar dispuestos a tomar las decisiones correspondientes, sabiendo que el partido de gobierno pasará a la oposición y defenderá sus ideas.
Con ese espíritu, sin duda, la mayoría inmensa de los uruguayos acudiremos a las urnas el próximo domingo.
Lo del título:
LA HISTORIA REAL, SIN CAMBIOS, MENTIRAS Y FALSEDADES