Opinión – Diputada Partido Colorado, Susana Montaner
Estamos una vez más, un 8 de marzo por decirlo así, ya que nos hemos adelantado , conmemorando el día que Naciones Unidas fijó como Día Internacional de la Mujer, lo que nos lleva nuevamente a hacer un alto para valorar lo que se hizo, lo que aún falta por hacer, y pensar qué acciones debemos emprender y cuáles cambiar.
Nos consta que desde hace muchos años, cientos, miles, millones de mujeres de diversas partes del mundo, mujeres de diferentes etnias, lenguas, culturas, posiciones sociales y económicas y hasta de diferentes ideologías, fueron pilares de la lucha por el reconocimiento de un derecho: la igualdad.
Buscando el reconocimiento de esa igualdad, luchaban a veces hasta sin saberlo por la justicia, la paz y el desarrollo de sus pueblos.
Algunas de esas mujeres saltaron a la historia por su fama, pero también hubo mujeres corrientes que, día a día, de modo silencioso, lucharon y luchan por acortar esa brecha que separa a los hombres y a las mujeres en el derecho al tratamiento igualitario.
Este año me quiero referir al último Reporte Global de Brecha de Genero de 2017, porque creo que nos ilustrará para ver cómo estamos en Uruguay y nos ayudará a considerar las acciones a adoptar para seguir avanzando en ese camino.
Este reporte como sabemos es elaborado por el Foro Económico Mundial desde 2006, y lo hace considerando cuatro indicadores: el económico, que mide la participación económica y oportunidades, salarios, participación y empleo capacitado; la educación, que mide el acceso a niveles de educación básicos y más elevados; la salud y supervivencia, que mide la expectativa de vida, y el político, que mide la representación en las estructuras de toma de decisiones.
Cada uno de estos indicadores evalúa diversos ítems, y en algunos de ellos la desigualdad entre hombres y mujeres aún es muy marcada.
En la mención a la que me referiré, si me permite decirlo, señor presidente, hay también una razón «utilitaria». El Foro Económico Mundial ya manifestó en el año 2015 lo comparto textualmente : «[…] las personas y sus talentos son algunos de los principales motores del crecimiento económico sostenible a largo plazo […] las mujeres representan la mitad de la población mundial, y merecen el mismo acceso a la salud, la educación, el poder adquisitivo y 1a representación política». Continúa diciendo: «[…] si la mitad de estos talentos están subdesarrollados o subutilizados, el crecimiento y la sostenibilidad se verán comprometidos».
Dicho de otro modo, señor presidente, si aún caben dudas y no ve que la igualdad entre hombres y mujeres es una cuestión de justicia, al menos deberíamos considerar que cada vez que logramos acortar esa brecha de género también ayudamos a que el país alcance mejor desarrollo social y económico.
Por eso hablo de «razón utilitaria»: si disminuye la desigualdad y se avanza en mejores oportunidades, se colaborará con el aumento del producto bruto interno del país.
Sin embargo, del Reporte Global de Brecha de Género citado surge que de los 142 países analizados este año, 82 aumentaron su brecha de género en comparación con el año pasado.
Los mejores lugares siguen siendo ocupados por los países nórdicos de Europa Occidental, pero en la generalidad la diferencia entre mujeres y hombres en participación económica y en empoderamiento político sigue siendo importante.
La Cepal ha expresado que la distribución del ingreso es solo una de las dimensiones de la desigualdad, ya que a ella se suma el uso del tiempo entre hombres y mujeres lo que ya fue mencionado por otras mujeres que me antecedieron en el uso de la palabra , razones asociadas a su condición étnico-racial, y a las que se dan en las diversas etapas de la vida de la mujer. El tema créaseme no es sencillo.
La brecha económica entre los géneros es mayor que la brecha educativa y sanitaria.
El índice de brecha económica, al desagregarse en varios componentes, nos permite vislumbrar en qué áreas debemos esforzarnos para cerrar y disminuir las desigualdades.
Claramente, surgen tres áreas. La primera: la ocupación de cargos de alta gerencia y dirección, tanto en el sector público como en el privado. Esa desigualdad en este rubro es de un 55%, injustificable si consideramos que no existen diferencias formativas entre ambos géneros.
La segunda: la ya conocida diferencia retributiva en el desempeño de cargos similares. A este respecto, la desigualdad es de un 46%, pese a que se trata de una situación conocida. Se requieren instrumentos más eficaces para erradicar este tipo de desigualdad.
La última, la tercera es, en parte, consecuencia de las dos anteriores. Se produce la desigualdad en el ingreso absoluto generado por las mujeres. En nuestro país esa desigualdad alcanza el 41%.
Los instrumentos de política que permitirían reducir rápidamente la brecha económica entre los géneros deberían concentrarse en el acceso de las mujeres a cargos gerenciales medianos y altos, y a prohibir las diferencias en las retribuciones basadas en el género del trabajador.
No dudamos, señor presidente, de que nuestro país ha emprendido acciones para alcanzar la igualdad de género, muchas de ellas exitosas. Pero la brecha salarial entre hombres y mujeres en Uruguay se mantiene, al extremo que podría equipararse a tres meses de trabajo sin salario para las mujeres ¡tres meses, señor presidente !, según un estudio de Ferrere, que trabajó sobre datos tomados de la Encuesta Continua de Hogares del año 2015 sobre la población asalariada o independiente, con ingresos mensuales, tanto formales como informales.
Las mujeres trabajan gratis noventa y tres días al año, y lo hacen en jornadas de diez horas. Esto según un análisis del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo para el Departamento de Género del PIT-CNT.
Esta situación debe ser visibilizada, y tenemos que tomar conciencia de ello y considerar que las inequidades son más significativas, incluso, en el interior del país, donde además las fuentes y oportunidades laborales disminuyen notablemente.
Los hombres ganan más en los diversos grupos etarios, ya que según el informe citado, entre los veinticinco y treinta y cuatro años, la diferencia es del 20%; entre los treinta y cinco y cuarenta y cuatro años, la diferencia asciende al 28%, y entre los cincuenta y cinco y sesenta años, trepa nada menos que a un 32%. El informe estima que estas diferencias pueden atribuirse a dos factores: por un lado, el cultural y, por otro, el hecho de que las mujeres tenemos hijos, asumimos por tradición una alta carga familiar de cuidado, y ese es tiempo perdido a nivel laboral, que no permite ascender igual que los hombres. La mujer ha salido a trabajar fuera del hogar de modo creciente luego de la Revolución Industrial. Ello no quiero decir que antes no trabajaba, ya que las tareas del campo, el trabajo artesanal y el cuidado del hogar estuvieron siempre a su cargo. ¡Y ni qué decir de las mujeres de nuestro Uruguay, que desde las luchas por la independencia han sido partícipes activas de la vida social y económica de este país! Las mujeres uruguayas perdieron y ganaron batallas en su lucha por la igualdad, pero no podemos decir que no consiguieron conquistas. Por ejemplo, la ley de divorcio por sola voluntad de la mujer, que logra independizarla de la potestad marital; la igualdad civil, que le permite ejercer la patria potestad sobre sus hijos; el derecho al voto, que le permite incidir en los destinos de su país; las conquistas laborales; la ley de la silla; el derecho a la licencia maternal; el medio horario por lactancia; las salas de lactancia. De estas cosas hemos hablado en este ámbito y varias veces.
Sin embargo, su participación activa en órganos de decisión no se ha dado a igual ritmo. Recién en 1968, una mujer, Alba Roballo, ocupó un ministerio. Recién en 2012, una mujer, Martha Montaner, ocupó la Secretaría General de un partido político, cuando el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado, en sesión abierta y extraordinaria, la eligió por unanimidad para ocupar su máximo cargo de representación política.
Las uruguayas, con un nivel educativo promedio más alto que los hombres, desde temprano nos volcamos al mercado económico. Sin embargo, seguimos teniendo salarios más bajos y menos participación.
Para finalizar, quiero mencionar que en marzo de 2015, el Partido Colorado mi Partido , a través del senador Pedro Bordaberry, presentó un proyecto en aras de la igualdad salarial. Brevemente, diré que consta de tres ar¬tículos. El ar¬tículo 1° dice que el empleador público y privado deberá dar cumplimiento al principio de igualdad de remuneraciones entre hombres y mujeres que realicen un mismo trabajo, no debiendo incurrir en ninguna forma de discriminación directa o indirecta. A los efectos de la equidad de tratamiento se comprenderán por remuneración los conceptos de salario, horas extra, aguinaldo, salario vacacional, bonos, seguro de vida, pagos extraordinarios, reembolsos de gastos por viajes, beneficios especiales y demás prestaciones que formen parte de los ingresos.
El ar¬tículo 2° dice que las excepciones únicamente pueden ser remuneraciones por razones de capacidades, calificaciones e idoneidad.
Por último, el ar¬tículo 3° establece que a los efectos de esta ley, se considerará discriminación directa en materia de retribución laboral por razón del género o sexo, toda situación de trato diferenciado injustificado, expreso o tácito, relacionada con la retribución económica percibida en el desarrollo de una relación laboral, cualquiera sea su denominación, por razones de género o sexo. Y se considerará discriminación indirecta en materia de retribución laboral por razón del género o sexo toda situación de trato diferenciado injustificado, expreso o tácito, en materia de remuneración laboral que se derive de norma, política, criterio o práctica laboral por razones de género o sexo.
Señor presidente, todos los trabajadores y todas las trabajadoras son iguales ante la ley, tienen la misma protección y garantías. En consecuencia, debe evitarse cualquier tipo de distinción en su forma de retribución por razón de género o sexo, salvo las excepciones justificadas.
En suma, una mayor igualdad entre hombres y mujeres producirá beneficios para la economía y para la sociedad en general. La eliminación de la brecha salarial entre hombres y mujeres ayudará a reducir los niveles de pobreza y a aumentar los ingresos que reciben las mujeres a lo largo de su vida.
Con ello no solo se contribuiría a evitar que las mujeres cayeran víctimas de la pobreza a lo largo de su vida laboral, sino que se reduciría el riesgo de pobreza tras la jubilación, derecho este que entendemos debe considerarse para el ama de casa; en tal sentido, también elevamos minuta de comunicación al Poder Ejecutivo.
La igualdad salarial es el concepto según el cual los individuos que realizan trabajos similares deben recibir la misma remuneración, sin importar el sexo, la raza, la orientación sexual, la nacionalidad, la religión o cualquier otra categoría. Para ello, se parte del principio de igualdad ante la ley.
Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo, la discriminación en el centro de trabajo sigue siendo un problema persistente a nivel global, con nuevas formas, más sutiles, emergiendo.
El camino que proponemos no es original, fue seguido por varias legislaciones. Por ejemplo, Chile, desde el 2009 tiene su ley sobre derecho a la igualdad en las remuneraciones entre hombres y mujeres; Colombia, en el año 2011, aprobó la ley por medio de la cual se garantiza la igualdad salarial y retribución laboral entre mujeres y hombres; en los Estados Unidos se encuentra vigente la Ley de Equidad de Pago o Ley de Igualdad Salarial, que establece que tanto hombres como mujeres, en el mismo lugar de trabajo, deberán recibir igual remuneración por igual trabajo.
Por otra parte, en el ordenamiento jurídico nacional la Constitución de la República lo dice claramente en su ar¬tículo 8º: «Todas las personas son iguales ante la ley, no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes». Asimismo, en su ar¬tículo 55 establece la reglamentación de la distribución imparcial y equitativa del trabajo y, en su ar¬tículo 53, que el trabajo está bajo la protección de la ley.
Hoy quisimos traer al Cuerpo este enfoque para que meditemos y, de ser posible, apuremos el tratamiento de proyectos que duermen en las comisiones, en pro de avanzar en la igualdad de oportunidades económicas entre hombres y mujeres, entre mujeres y hombres, en lo que no dudo todos y todas en este Cuerpo estamos de acuerdo.