Es ciertamente un problema el de la deportación de los llamados “dreamers” en EE.UU, se trata en realidad de problemas muy similares a los de este lado del Atlántico. El miedo a perder votos hace que los partidos no afronten la cuestión migratoria con racionalidad y humanidad, por miedo a dar alas a las fuerzas populistas. Ciertamente que para encauzar la situación hace falta una participación mucho más activa de la sociedad civil, pero que habitualmente no la piden, en la línea de los obispos de EE.UU.
Para avanzar se necesita también responder a las ansiedades de quienes asisten con perplejidad a los cambios de la globalización y temen, no sin razones, quedarse en la cuneta, mientras a su alrededor se disparan la desigualdades sociales.
Enric Barrull Casals