Recorriendo la historia patria, a pesar de su turbulencia y desencuentros, advierte desde sus inicios inclinación por la ilustración ciudadana, en el cual connotados personajes intentaron su progreso.
Mientras que, en el último medio siglo se ha urdido un acaparamiento de esa instrucción del hombre, asentado en un componente netamente político a partir de ideas extrañas. Impregnando, primero, la formación universitaria, rindiéndola a corporaciones no concordantes con el país trabajador, camino probado y sin provecho.
Hacer memoria que el pueblo ha sido consecuente y tolerante, licenciando el desastre nacional de la ilustración. Ahora, la nación ¿quiere continuar? ¿O es mero rehén de quienes se imaginan los salvadores, con la mentira, el arma en la cintura y sangre en sus manos?
La enseñanza, la niñez olvidada, la violencia, los paros, la decadencia de las empresas públicas, sin hablar de lo ayer cometido, se van sumando, ¿no es suficiente para terminar con las calamidades?
La tolerancia tiene límite, así mismo las farsas y estancar el país a cualquier precio, con un trabajo subterráneo continuo, donde el tiempo se va.
¿Volveremos a las cuchillas? El pueblo ya ha demostrado que quiere paz, pero no ser subestimados.
Los costos de lo ocasionado están presentes y muestran una realidad desenfrenada. No se transa con los bienes fundacionales, solo se defienden. Se rechaza ser dominados y revivir el pasado. Hay que aceptar y participar del trabajo con iniciativas positivas e ir adelante, dejando de lado la intolerancia y la soberbia, que rodean los engaños.
Carlos Sarroca Solé