Tití y los bueyes
Desde la última lluvia buena, la de la tormenta, ha venido algún que otro chaparroncito y algunas garúas de poca duración, pero todo sirve para mantener la humedad del suelo para la siembra, aunque no tanto para las aguadas, que se han mantenido escasas, aunque los animales ya no sufren tanto.
En noviembre cambia el horario escolar: ahora es de 8 a una de la tarde; me cuesta “madrugar” para poder estar en la escuela por lo menos 8 minutos antes de la hora de entrada; pero después tengo toda la tarde disponible.
Los mayores ya hacen una siestita después del almuerzo, porque se levantan más temprano y desde el mediodía el sol aprieta y no se puede hacer tareas hasta las 4 de la tarde, como muy temprano.
A esa hora mi hermano Tití ya está con los bueyes uncidos –el “Pareja” y el “Parecido”-, porque el “Toruno” y el “Manchado” ya cumplieron: están viejos, y papá dijo que ahora les doca descansar después de tantos años de duro trabajo, hasta que se mueran.
Se atrasó todo con la seca, y ahora no se puede perder ni medio día de trabajo: de mañana, desde que apunta el sol hasta las 11; y de tarde hasta que se pone, casi.
Lo primero que hizo Tití después de la “lluvia grande” fue abrir unos surcos hondos para ver el estado de la humedad del suelo, en las 3 chacras principales: la de contra el cerro, al otro lado del camino; la de la loma del frente de la casa, que es la más grande y arenosa; y la de los boniatos, de tierra medio colorada, allá en el fondo, casi en la costa del arroyo pero donde no llegan las crecientes. Dejó para después la chacrita de las sandías, en la cuchilla bien enfrente a la casa, porque es chiquita y fácil de trabajar.
Hay tiempo hasta mediados de diciembre, y un poco más –según la humedad que haya en el suelo-, para la siembra, y algunas cosas hasta el 15 de enero. Él sabe mucho de eso; tiene 22 años y hace como 10 que se dedica solo a las chacras; de chiquito ayudaba a papá, pero desde que terminó la escuela siguió solo, creo que con 12 años (un año antes de que yo naciera). Maneja muy bien el arado y conoce tanto a los bueyes que los dirige solo con la voz; hay parientes y vecinos que le traen bueyes jóvenes para que los amanse y enseñe, y los dejan 3 o 4 años; así que siempre tiene varias yuntas disponibles.
Los adiestra unciendo un buey nuevo con uno que ya sabe seguir el surco; da trabajo días y meses, y hay que tener mucha paciencia; tiene que ir muy de a poco, pero sabe hacerlo y no hay buey que no salga bien entrenado.
Yo sé uncir los bueyes, pero no me dan las fuerzas para apretar bien las coyundas; Tití me deja desuncirlos, eso sí. ¡Qué lindo animal es el buey! Manso, tranquilo, forzudo. Tanto tití, como papá, o yo, pos llamamos por su nombre, y vienen lentamente; cuando ya están “cuadrados” uno junto al otro bajan la cabeza para el yugo, y entonces todo resulta fácil. ¡Mi hermano es especialista en adiestrarlos!
Hay mucho para sembrar, y poco tiempo; a veces ayudo a sembrar maíz y porotos, pero casi siempre lo hace papá. Hay tardes que me queda poco tiempo para jugar; pero en cuanto mamá enciende la lámpara, hay que hacer los deberes, a veces antes y después de la cena. Mi hermana y yo nunca nos acostamos sin haber hecho los deberes.
Dijo papá que en cuanto venga otra garúa habrá que poner en tierra los boniatos, porque los brotes ya asomaron fuera del horno y cada día están más largos; si se pasan, hay que regarlos todos los días después de plantados, porque el boniatito se va secando y las guías no llegan a enraizar o el sol los quema.
Bueno: voy a repasar “Principales ríos de nuestro país”, acostado, hasta que mamá mande apagar la lámpara.
Jesús H. Duarte, maestro