Las celebraciones durante el invierno, en el hemisferio Norte, datan desde mucho antes del cristianismo. En el Imperio Romano, el culto al dios Saturno incluía un festejo con características muy similares a la Navidad moderna.
Para las civilizaciones antiguas, el invierno significaba escasez y oscuridad. Las bajas temperaturas arruinaban los cultivos y los animales no sobrevivían al inclemente frío. Por eso, desde mucho antes del cristianismo, los hombres se juntaban en celebraciones para compartir y departir en medio de la escasez, de acuerdo con la Enciclopedia de la Mitología, de J. C. Escobedo.
Los romanos—que ya sabían bastante sobre la abundancia—, tenían su propia forma de festejar: la saturnalia.
Como su mismo nombre lo indica, la saturnalia es una celebración a Saturno, que para los antiguos romanos era el dios de la agricultura y la cosecha. Esa era la forma que tenía Roma para enarbolar la unión y la abundancia en el invierno.
La mitología romana explica que Saturno era la deidad que protegía a las semillas del frío. Por eso era tan importante dedicarle una celebración única: el Imperio Romano se construyó con base en un fuerte sistema agroalimentario.
Una fiesta bien merecida
A finales de noviembre, justo en el preámbulo del invierno, los romanos sembraban y volvían a sus tierras hasta después de febrero, según consta en las crónicas de Tito Livio, el historiador que documentó buena parte de las costumbres del Imperio.
Esto quiere decir que, durante diciembre, el pueblo romano se dedicaba a celebrar y a descansar, como una especie de recompensa al arduo trabajo realizado en todo el año. La saturnalia —o los saturnales— formaban parte de ese maratón de festividades.
Según las crónicas, en los saturnales los romanos iluminaban sus casas y edificios públicos con candelabros y faros: era una forma de declararle la guerra a la oscuridad invernal, que en el mundo antiguo casi siempre se asociada con la escasez, las tinieblas y los espíritus malignos. También se decoraban árboles y plantas, se realizaban verbenas con velas encendidas y hasta se intercambiaban regalos.
Los historiadores coinciden en que la saturnalia se celebraba el 17 de diciembre, ocho días antes de la fecha que el cristianismo tomó para designar el nacimiento de Jesús. Sin embargo, la festividad era tan popular que, de forma extraoficial, las fiestas se extendían hasta ocho días más, según Tito Livio. Durante las reuniones, la gente bebía y gritaba: «¡Io, saturnalia!, que en español significa: ¡Felices saturnales!.
Los registros históricos revelan que los saturnales eran una festividad muy esperada. Incluso el poeta romano Catulo lo bautizó como «el mejor de los días». Además, en el Foro Romano, se realizaba un banquete público y se practicaban sacrificios.
«A este misterio de muerte y resurrección estaban dedicadas las fiestas saturnales, que en Roma se celebraban con banquetes públicos e intercambio de regalos, dulces y pequeñas figuras de barro, adquiridos en mercadillos montados en el foro», explica el escritor español Manuel Vicent al diario español El País.
Sin embargo, también critica la doble moral del Imperio Romano durante estas fechas:
«Durante las saturnales se subvertían las normas sociales. Los esclavos se sentaban a la mesa principal y eran servidos por sus amos. Juntos comían y bebían, cantaban y brindaban por la mutua felicidad, una ficción que ha llegado hasta nuestros días bajo el falso deseo de paz y amor del espíritu navideño. Esa ficción duraba, como hoy, solo unos días», concluye Vicent