Desde que en Argentina se juegan torneos de fútbol femenino han existido numerosos prejuicios dispuestos a boicotear una pasión que, hasta ahora, parecía ser exclusiva de los hombres.
Por Ramiro Barreiro | Sputnik
Sin embargo, en Argentina han existido muchas luchadoras dispuestas a derribar esas etiquetas. Mujeres como Edith Pecorelli, la primera en ser electa para presidir un club profesional, Temperley, o Eglis Giovanelli, quien revolucionó el periodismo deportivo en las décadas de 1970 y 1980.
O más acá en el tiempo, Florencia Romano, la primera mujer que dirigió un partido de fútbol de una división superior de Argentina y que en la década de 1990 tuvo que hacer una huelga de hambre para lograr ser incorporada a la nómina de árbitros del fútbol de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
También Macarena Sánchez, aún en actividad, reconocida por ser la primera futbolista en firmar un contrato profesional y que logró, con su reclamo, que toda la liga alcance ese estatus, en 2019.
El tiempo del fútbol femenino no para, y ahora es necesario abrir otra página de esa historia para inscribir el nombre de Rocío Bueno, quien con 39 años ha roto uno de los más grandes estigmas que le caían a este deporte, hoy pasado de profesionalismo y búsqueda por la rentabilidad: el de hacerle ganar dinero a su club, en este caso Racing, con un traspaso al exterior.
Esta delantera argentina nació en el pequeño pueblo de Mechita, en el límite entre las localidades de Bragado y Alberti, al norte de la extensa y heterogénea provincia de Buenos Aires (este), en su faceta campestre, un sitio donde todavía se pueden dejar las puertas sin llave.
Ya con seis años, los varones del barrio iban hasta la casa de Rocío a buscarla a ella -y no a sus hermanos- para que saliera a jugar a la pelota, causando la sorpresa de su padre.
Así fue que hasta los 12 jugó mezclada con los varones, siendo la única mujer del pueblo en hacerlo. Luego, llegó el tiempo de crecer… y vaya si creció.
EL COMIENZO
Al momento de hablar con la Agencia Sputnik, Rocío está cómodamente instalada en la habitación de un hotel en Sassuolo, (Módena, norte de Italia) lugar al que llegó hace una semana por un préstamo, con opción de compra.
«Muchos decían que era un chiste lo que iban a pagar por mí», reconoce Rocío a esta agencia, «porque 2.000 euros es una risa por una transferencia y 25.000 euros (lo que sale su ficha) puede sonar a poco, pero para nosotras es un montón. Es el comienzo de algo».
La cifra es irrisoria si se tiene en cuenta que la opción de compra ofrecida por Racing por Tomás Chancalay, el último delantero hombre transferido al fútbol de los Emiratos Árabes, se cerró en 1.800.000 dólares.
Las comparaciones, siempre odiosas, son más profundas cuando se comparan los salarios de unos y otros. El salario base para una futbolista femenina en Italia oscila entre los 1.800 y los 2.000 euros, mientras que en Argentina es de apenas 50 dólares. Lionel Messi, mientras tanto, percibe 67 dólares por minuto.
«No es un tema de dinero, acá buscan jugadoras que dejen todo y conmigo no le erraron en eso», advierte Rocío, quien no es ajena a esta gran injusticia que hoy viven las futbolistas mujeres, aunque lo mira con optimismo.
«Se avanzó un montón, se empezaron a pasar los partidos por la tele, a través de eso el fútbol sigue creciendo y aparecen esos sponsors que ponen el dinero. Incluso para que nosotras nos mostremos. Hoy en día pueden buscar en YouTube y ahí tengo mis goles. Creo que siempre, lamentablemente, todo va a lo económico y al interés que se le tiene que dar al fútbol femenino y dejar de decir que no vende», opina.
Y agrega: «Todo tiene un principio y hay que apostar. Quizás al principio no se gana pero creo que venimos demostrando que las cosas vienen avanzando y es el momento en que nos tienen que apoyar más. Quizás yo no tengo la dimensión de lo que ocasiona todo esto, pero sacando mi nombre es importante para nuestro fútbol, para que siga creciendo. Yo abrí una puerta para que las que vengan atrás empujen con todo para seguir abriendo».
Su objetivo ahora es jugar, una meta de la que la separa una demora en los papeles para conseguir la visa de trabajo y, por supuesto, seguir ligada a la selección.
«En mayo me convocaron a la selección mayor, quedé fuera de la Copa América pero viajé con el Sub 20 al torneo de L»Alcudia, en España en junio. Volví a Racing, baje del avión después de 12 horas, jugué el partido sin dormir contra Platense, que ganamos con dos goles míos y una asistencia y después dormí como tres días seguido», rememora.
Casi que al despertar, y sin haberlo soñado, Rocío estaba en Italia, dispuesta a triunfar, y seguir haciendo historia.
(Sputnik)