Serafín J. García – SUS MEJORES POEMAS
Dionisio: estás en el pueblo ya para siempre
jamás,
como en el sol está el día, como en el trigo
está el pan.
Dicen tu nombre los niños con voz de miel y
cristal,
para que aquel que lo escuche ya no lo pueda
olvidar.
Cuenta la abuela tu historia junto al fogón
invernal,
y oyéndola, hasta las brasas parece que brillan más.
Silba el tropero en la ronda —que es su modo
de soñar—;
el domador, sobre el potro, canciones al viento da;
con la reja, hunde el labriego en la tierra su
anhelar;
pregona el hacha, en el monte, del monteador
el afán:
y tu imagen puebla el silbo, le pone alas al
cantar,
camina con la esperanza y alegra el pregón
tenaz.
Estás también en la lluvia cuando acaricia el
maizal,
y aquieta el pecho del hombre, y hace dulce
su pensar.
Arde tu sangre en los zumos encendidos del
chalchal,
y los ceibos ratifican l’lor a flor su eternidad.
La luz azul de tus ojos mira desde el manantial
donde danzan las estrellas y va el pájaro a
abrevar.
Y tu franca risa suena del arroyo en el cantar,
y halla el viento tus palabras en las flautas
del juncal.
No anda un camino la vida que no acompañe
tu andar,
ni sueña el amor un sueño que no ilumine tu
faz.
Te lleva el hombre en su carne y en su savia
el vegetal;
tu primavera infinita de abeja en abeja va;
Late tu cuerpo en el nido donde incuba la
torcaz;
repite tu luz la estrella en su viaje sideral;
y cantan tu eterna gloria noche y día, sin cesar,
cada cual a su manera y a su turno cada cual,
dos juglares campesinos que jamás te olvidarán:
el dulce grillo lunero y la chicharra solar.
Dionisio, niño infinito, héroe del amor triunfal,
firme estrella sin ocasos, lámpara de eternidad;
Dionisio, niño sin tiempo, germen del alba
total,
que resides en la vida ya para siempre jamás:
haz que en mis versos palpite tu corazón
ejemplar,
como palpita en el árbol, en la espiga y en el
pan,
para que en ellos aprendan otros niños tu
verdad,
esa verdad que tú hablaste en la lengua universal
de la sangre y el martirio, que es la lengua
más veraz:
«Morir por amor al hombre no es morir, es
perdurar,
pues quien en amor se expresa lleva en sí la
eternidad».
Dionisio, niño del día, luz de la luz inmortal,
clave de todo milagro, flor de toda heroicidad:
incorporada a la llama del pueblo tu llama está,
y por eso nunca, nunca, nunca más se ha de
apagar.