Alberto Fernández no estará en la asunción de Lacalle Pou y todavía no se estableció cuándo se van a reunir. UPM-Botnia construirá una pastera más grande que la anterior.
Todavía no hay fecha definida para la reunión entre Alberto Fernández y el Luis Lacalle Pou, quien asumirá la presidencia de Uruguay el domingo, el mismo día que el presidente argentino abrirá las sesiones ordinarias en el Congreso.
Ayer, el embajador Alberto Iribarne pasó por Montevideo para mantener los primeros contactos informales con los nuevos funcionarios y empezar a conversar sobre el encuentro. Ocurre que para armar la reunión también
hay que resolver qué conversarán sobre un par de cuestiones conflictivas que Iribarne adelantó la semana pasada cuando se presentó en la comisión de Acuerdos del Senado: la muy permisiva política uruguaya respecto a Malvinas que sólo el año pasado permitió 13 vuelos militares entre las islas y Montevideo y, por otro lado, construcción de una nueva mega pastera de la finlandesa UPM-Botnia que producirá el doble que la que funciona frente a Gualeguaychú, un tema que vuelve como una maldición a la agenda bilateral.
Originalmente, estaba pautado que Alberto Fernández abriera las sesiones por la mañana e inmediatamente viajara a Montevideo para participar de la asunción de Lacalle Pou, una forma de retribuir la importante
participación uruguaya en la ceremonia del 10 de diciembre pasado, que incluyó al presidente por entonces en funciones, Tabaré Vázquez, al electo Lacalle Pou y al ex presidente José Mujica.
Pero a partir de que el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, anunciara que esperaba encontrarse en Montevideo con Fernández, el presidente argentino puso su participación en duda hasta que quedó definitivamente descartada. Hubo más de un motivo para la suspensión.
Uno, fue no aparecer cumpliendo los deseos de Bolsonaro, quien lo viene destratando desde hace
tiempo. Otro, no opacar con otras noticias el mensaje de apertura de sesiones que dará el domingo, al que le quiere dar relevancia. Todavía no está definida la delegación que viajará en su reemplazo a Uruguay, se supone que encabezada por el canciller Felipe Solá.
De los contactos que el lunes mantuvo Iribarne – todo informal porque todavía no salió el decreto designándolo embajadorno avanzaron demasiado en el armado de la reunión. Cerca del embajador aseguraban que no había rispideces en la agenda bilateral, pero cuando se presentó en la comisión de acuerdos hizo un repaso de la relación en la que detalló los problemas que debería afrontar, con la nueva pastera en primer lugar.
El tema ya signó el vínculo durante el mandato de Kirchner, cuando Alberto Fernández era el jefe de Gabinete. En
aquel momento la controversia llegó hasta la Corte Internacional de La Haya, que emitió un fallo que habilitó la pastera aunque sometiéndola a una serie de controles. En esta ocasión, según detalló Iribarne en su mensaje en el Senado, nuevamente Uruguay no cumplió con el requisito de avisar previamente sobre la obra a la CARU
(Comisión Administrativa del río Uruguay), el ente binacional por el que debe pasar cualquier novedad que se registre en la vía hídrica. La pastera se ubicará en la localidad de Paso de los Toros, en la orilla del río Negro, que
200 kilómetros después desemboca en el río Uruguay. El portal La Politica Online informó ayer que un reciente estudio de la CARU reveló valores de contaminación superiores a los establecidos en 13 parámetros del río Uruguay. Así que las perspectivas no son nada buenas para cuando comience a funcionar la nueva
planta, cuyas obras comenzarán este año, con fecha de inicio de producción prevista para 2022.
Lo llamativo es la dimensión de la obra prevista, anunciada como la mayor inversión extranjera directa de la historia de Uruguay, de unos 3 mil millones de dólares. También reconstruirán el puerto, harán rutas y viviendas en los alrededores, con lo que la cifra final se elevaría hasta los 4 mil millones, lo que representará el 1 por ciento del PBI uruguayo.
Cuando esté lista, la UPM-Botnia 2 producirá el doble que la planta anterior, más de 2 millones de toneladas de pasta de celulosa. La instalación seguramente volverá a abrir la discusión acerca de la radicación de industrias contaminantes de países desarrollados en esta parte del mundo. El año pasado, cuando hizo el anuncio de la inversión Tabaré Vázquez ironizó al respecto. «Se decía que nacerían niños con dos cabezas, habría aumento del número de cáncer o leucemia, pero pasaron doce años y no sucedió nada de eso», dijo el ahora ex presidente.
La otra rispidez -«diferencias de muy baja intensidad», la llamó Iribarne para no empezar con el pie izquierdo- tiene que ver con la relación con el gobierno de Malvinas. Iribarne habló de la existencia de «un importante lobby británico» en Montevideo que posibilitó que se dejaran de lado algunas exigencias. Por ejemplo, que sólo durante el año pasado hubiera 13 vuelos militares de Malvinas, lo que motivó una protesta formal por
parte de la Cancillería. Se supone -Iribarne habló de un «acuerdo tácito»- que esos vuelos solo pueden
hacer escala en un país del continente en caso de una emergencia, pero no para reabastecerse ni
nada por el estilo. En el entorno de Felipe Solá aseguran no haber tocado el tema cuando se reunió la semana pasada con Ernesto Talvi, quien será su par uruguayo.
Pero la cuestión será otro de los asuntos a discutir por los presidentes.