«Un buen ciudadano es una persona siempre disponible a cuidar y a dejarse acompañar, con su propia identidad y en relación cooperadora con los demás».
Puede que nadie logre comprender por qué el ser humano debe vivir enfrentándose, en lugar de acompañarse, ayudarse, comprenderse y que prevalezca la asistencia social, para que aminoren los dolores.
Lo importante es que nos reencon-tremos asistidos unos por otros, como consecuencia de la amistad que nos reúne, para compartir y resolver nuestros problemas. Por eso, todo lo que signifique una ayuda, nos va a estimular a no dejarnos vencer por las dificultades, y progresar y aumentar el entusiasmo, que en realidad es lo que nos hace ver nuevos horizontes y levantar el ánimo.
Indudablemente, toda persona busca su bienestar, tanto material como mental con entusiasmo, pero a veces hay que tropezar con dificultades que requieren de todos nosotros una estrategia que funcione como solución, gracias al diálogo y la meditación entre personas.
Lo que no es posible comprender, es que después de tantos años del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, aún no hayamos eliminado las armas nucleares totalmente. Nunca es tarde para que este sueño de desarme se pueda concretar. Tampoco debemos perder la esperanza.
Fruto de todos estos acontecimientos (que no se pueden evitar, porque el ser humano es peor que los animales, que solo matan para subsistir y no por matar) donde la primera víctima es la de inocentes, donde la propia vida se pone en peligro.
Es urgente que los militares y quienes los mandan, comprendan que deben realizar los enfrentamientos fuera de las ciudades y poblaciones, recon-siderando los lugares donde se instalen los sitios de armas. Y si quieren matarse que lo hagan entre ellos, para salvaguardar a los civiles inocentes..
Lo fundamental es que la persona pacífica y honesta, se sienta asistida y protegida, ya sea niño o abuelo, hombre o mujer, fuera de las contrariedades que contaminan a los mandatarios estúpidos, que solo piensan en el poder, en invadir la tierra de otros países, que son sus propios espacios de crecimiento y desarrollo.
No olvidemos que un buen ciudadano está siempre disponible a custodiar y a dejarse acompañar, con su propia identidad y en relación con la ayuda mutua.
Lo cierto es que cuando las alianzas se desmoronan, entre familia y sociedad o entre países y culturas, lo que más se complica es el entendimiento y el aliento cooperativo, más allá de los espacios fronterizos que nos dispersan y dividen.
La contrariedad está ahí, son muchas las catástrofes que nos acorralaron en los últimos tiempos, lo que hace que cada vez más familias necesiten asistencia social. Solo hay que escuchar los testimonios de las gentes, sobre la multitud de crisis que están afectando su vida cotidiana.
Los valores fundamentales, como la clemencia o la solidaridad, la amabilidad o la compasión, deben estar como primarias en nuestro espíritu constantemente. Desde luego, no podemos continuar fracasando, es vital cuidar de nosotros, pero también de quienes nos rodean con un compromiso de generosidad, empezando por la práctica del diálogo internacional, con la experiencia que nos trae el recuerdo de las injusticias que hemos vivido y aún continúan.
Hay que decir «NUNCA MAS», y confiar que Dios nos ayude a comprender lo que vivimos y aún hoy continúa.
La Dirección