Escribir historias es una habilidad que se ha valorado desde siempre. Los relatos ayudan a modelar el cerebro y a convertirnos en lo que somos. Esto es algo que tienen cada vez más claro, psicólogos y otros científicos que tratan de conocer nuestros orígenes.
El arte de contar historias, se ha hecho una especie arte en libros y periódicos para editar todo tipo de bienes y servicios. Los relatos personales ayudan a llamar la atención, despertar emociones, recordar los mensajes y diferenciarse de la competencia.
Los redactores de textos que incluyen historias personales y usan herramientas como un arte, son perfiles del contador de historias, aunque tenga más que ver con el nombre y los canales y herramientas que usan.
Hay periodistas y escritores que, por estos medios, empezaron a usar su talento para editar otro tipo de historias, no necesariamente basadas en hechos.
El perfil de los escritores empezó a ver cómo se le abrían más puertas y perspectivas laborales. Esto podría ser material para una bonita historia de hechos o frustraciones o con un golpe de suerte y un final feliz, pero no es cuestión de generalizarlos con una anécdota.
Estas obras de cuentos e historias y reportajes de la información médica, comienzan con una historia de personas o pacientes, generalmente de alguien con una enfermedad grave o desconocida.
Estas obras pueden contener testimonios y aportar ese factor humano que despierta emociones y empuja a seguir leyendo. El problema de este recurso, utilizado luego en otros tipos de periodismo y escritos, del que quizá se ha abusado, está precisamente en su eficacia emocional, lo que puede desenfocar la realidad y magnificar un problema, si se aportan datos de contextos para cuantificarlos.
En ciencia hay algo por encima del poder de las historias, que son los datos objetivos y los hechos.
Esto ha llegado también a la comunicación científica. En principio, es una buena noticia, pues la eficacia comunicativa de una buena historia está fuera de dudas.
El reto no está solo en que la edición sea buena y ayude a informar, sobre todo en lo que nos explique la verdad científica y no otra cosa.
En ciencia hay algo por encima del poder de las historias, que son los datos objetivos y los hechos. Introducir un relato para comunicar temas de ciencia demasiado técnicas o complejas, puede ser una tarea casi imposible de entender, para personas que no están preparadas.
Pero siempre queda el eficaz recurso de la analogía para explicar algo complejo, con términos más comunes. Tampoco es fácil encontrar una comparación adecuada, pero el reto es estimulante y hay recursos sobre cómo crear analogías para comunicar conceptos científicos complejos, de manera de hacer que estén al alcance de todas las personas.
Lo cierto es que todavía no se conoce bien la eficacia real de las historias en la comunicación científica, que pretende transferir una imagen clara de un aspecto concreto para la mente de todas las personas. Y cualquier recurso narrativo para conseguirlo, ya sean historias, analogías u otros, puede ser válido, pero siempre y cuando la imagen sea veraz.
(Extractado del autor, Gonzalo Casino, que es licenciado y doctor en Medicina. Trabaja como investigador y profesor de periodismo científico en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona).