Es comprensible la ansiedad. Por reiterativo, por doloroso y hasta por una cuestión de sobrevivencia. ¡Que se vaya! Es una reacción casi por reflejo, casi instintiva. Si quien debe ocuparse de nuestra seguridad, -que para eso le pagamos- fracasa, si no es capaz de garantizarnos el derecho humano más fundamental que es la vida, pues entonces que se vaya.
por Juan Manuel Rodríguez / Edil Partido Nacional
El problema es que con eso no alcanza. ¿Que se vaya Bonomi y venga una Tourné? ¿Otro José Díaz, que abra las puertas de las cárceles y dispare los índices de reincidencia? NO. No lo merecemos ni podríamos soportar como sociedad, otro fracaso por el reiterado hecho de querer poner por encima de la realidad que rompe los ojos, visiones ideologizadas sacadas de manuales vetustos, cuyas hojas amarillentas solo aquí siguen siendo leídas como si de verdades reveladas se tratara.
Todos queremos terminar con las «causas sociales, culturales y económicas del delito», pero también queremos sobrevivir al proceso. Queremos poder salir de casa seguros de que vamos a volver sanos y que vamos a encontrar todo tal cual lo dejamos. ¿Es eso mucho pedir? No, no lo es y no debemos renunciar al desafío de lograr una sociedad pacífica, segura e integrada.
Pero también tenemos que ser conscientes que con el solo hecho de que Bonomi renuncie, lo echen, lo censuren o lapiden en plaza pública, no se solucionaran nuestros problemas de seguridad. Y continuarán sin solución mientras se sigan sacando ministros de la misma cantera de la que salieron Díaz, Tourné o Bonomi. Pedir la renuncia de Bonomi es pedir más de lo mismo, es pedir otro perro con el mismo collar o peor quizás, darle al «Perro» Vázquez el collar de ministro.
Y lo mismo pasa en otras áreas vitales para el país como la economía, la educación, la salud, la vivienda o las relaciones internacionales. No alcanza con cambiar el cocinero, también hay que cambiar la receta y los ingredientes o vamos a tener que seguir tragando el mismo mazacote una y otra vez.
Por eso vamos a necesitar mucha paciencia, para soportar los años que aún le quedan a un modelo que ya demostró su rotundo fracaso y que no atina a nada, por pura soberbia, por el solo hecho de no admitir que han errado el camino, que no ponen en práctica los acuerdos interpartidarios en materia de seguridad por el solo hecho de que son iniciativas ajenas al partido de gobierno. Triste y mediocre realidad…
Mucha paciencia para aguantar y mucha saliva para hablar y hablar incansablemente sobre nuestros problemas y para seguir reclamando y aportando soluciones. Para seguir preparando el momento en el que se van a ir, pero todos juntos. Los Bonomi, las Muñoz, los Astori y los Nin todos juntos y abrazados, porque lo único seguro es que se van.
Por mi parte me comprometo a reencontrarnos semanalmente con los lectores de El Avisador, a través de esta columna, donde no ahorraremos saliva, o tinta, pero donde pondremos principalmente el acento en la esperanza que crece día a día en todo el país, augurando que en 2019 se van todos juntos.