Es cierto que, ante todo, hay pensar antes de dar un paso. Pensar en uno mismo y recordar algo que no estuvo bien de nuestra parte, para no tener que lamentarnos.
¡Nadie está libre de culpas! Todos somos pecadores, hemos dicho palabras y hecho cosas que no tienen razón ni perdón, para ofender a quien es tal vez un familiar, un buen amigo, en un momento que te encuentras de mal humor. (Una estupidez sin sentido) Las ofensas que decimos jamás se olvidan, pero pueden parecer menos agresivas con el tiempo,
El mundo está demasiado oscuro y tenemos que encontrar una manera que nos retenga, cuando inconscientemente lastimemos a quienes no lo merecen, a las personas que más queremos.
La indiferencia tampoco es solución. Debemos reconocer abiertamente nuestras culpas y poner el alma en lo que hacemos, sin olvidar que somos familia, que nos necesitamos entre todos, para seguir el camino que juntos recorremos como una senda de esperanza.
Un amigo, me dijo una vez que me disculpé con él por algo que le dije: «De nada sirve disculparse, lo que tienes que hacer es pensar dos veces por lo menos, antes de insultar o decir una grosería».
Porque por más que nos disculpemos, quedará una marca que nunca se borrará, quedará gravada en la memoria.
Debemos tratar de hacer más fácil esta vida que todos debemos transitar y en lugar de amargar, tener más energía para cooperar con los demás…
El dolor que nos provocamos mutuamente, hay que romperlo de raíz. Merecemos ser felices de vivir, y recordar que debemos sembrar buenas semillas para que sea mejor el fruto que vamos a cosechar.
Será nuestra mayor alegría encontrar que, en la vejez, todos nos miren con una sonrisa y nos saluden y nos dan la mano con firmeza.
En el rostro de las personas mayores, te darás cuenta si fueron buenas o malas en su vida».
Se puede ver un rostro sonriente y bondadoso en quien fue una buena persona: sabe que nada le pueden reprochar. En cambio, se ve la crispación y amargura de quien no puede olvidar las maldades que llenaron de piedras su camino y el recuerdo de su pasado no lo dejan en paz.
Hay que olvidarse de lo capital, lo único que importa es el capital humano. Recordemos que nos iremos de este mundo tal como vinimos: desnudos.
¿Qué importa la riqueza? Si tenemos para nosotros y nuestra familia lo que necesitamos para vivir decentemente, ya está.
Todos hemos pasado buenos y malos momentos, períodos muy difíciles, todos lo sabemos y lo sentimos en carne propia.
El cultivo de la querencia es querer y dejarse querer, ESO ES VIDA.
Que finalmente nos recuerden, pero entonces que sean buenos momentos, que sean fiestas y alegrías, cuentos y chistes, que tengamos el sentimiento de que nada pueden reprocharnos, que hemos cumplido con firmeza y con bondad nuestro destino.
Un caminante más…