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El exilio y la muerte cristiana de Artigas

por avisador
septiembre 23, 2020
in Correo del lector
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El exilio y la muerte cristiana de Artigas
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Artigas nace un 19 de junio de 1764. Un 5 de setiembre de 1820, se va al Paraguay. Tiene su Pascua, un 23 de setiembre 1850-

El pasaje de Artigas por nuestras tierras, desde el año 1797, a poco de haber ingresado en los Blandengues, fue de sus primeras misiones en la zona norte.

Tuvo varios pasajes. Luego en los años 1804, con campamento en el Tacuarembó chico; un 30 de junio comunica de sus incursiones en las Sierra
de los Arroyos, Tacuarembó, Cuñapiru, los corrales, luego pasa por el Arroyo Batovi. Al igual su presencia en 1805.

Posteriormente, su estadía en Casa Cuchilla de Piedra, desde 1807 al 1809. Artigas cumplió también, una función de colonizador, haciendo algunos repartos de tierras a vecinos de Tacuarembó, entre ellos, también, a Blas Basualdo y Baltazar Ojeda, dos de sus capitanes de confianza y muy apreciados por el Prócer.

Pero en especial, a las mujeres, viudas, entre ellas a Justa Vega, con un campo en el vértice de arroyo Tranqueras. A lo que en 1886, descendientes de ésta, reclaman la propiedad ante la Junta Econ. Administrativa, en Tacuarembó, y se les entrega.

A 200 AÑOS DE LA ÚLTIMA BATALLA DE ARTIGAS.

Quiso el destino, que la zona de Tacuarembó, (En las nacientes del Rio Tacuarembó, a poca distancia donde se ubica Estación Ataques del departamento de Rivera.), fuese su última batalla, donde sale derrotado, un 22 de enero de 1820; comandada por el Cnel. A. Latorre.

Defraudado y traicionado por sus amigos y otros…, Artigas, un 5 de setiembre del mismo año, cruza el Rio Paraná, hacia el exilio en Paraguay.
En Paraguay le dan refugio, pero cuidando de toda influencia política y ni poder tener acceso a correspondencia alguna, fuera de país. Lo acompañó, hasta sus
últimas horas, su fiel amigo Ansina. Pasa sus periferias. Fue un hombre de mucha Fe. Paraguayos y Guaraníes, misionenses, lo llamaban, Karay Guazu, -“Gran Señor”-. Cultivaba la tierra, Daba Catecismo a los niños y vecinos.

Supo del aprecio de la gente. Artigas rodeado de mujeres, hombres fuertes y humildes, recita los poemas divinos y recibe a cambio, la ofrenda de pájaros
y frutas. «Solo la sinceridad es heroica; solo la fe remueve montañas; solo Dios es Dios»

LA MUERTE CRISTIANA DE ARTIGAS.

*Hemos tomado de un trabajo realizado por el poeta de la patria, Dr. Juan Zorrilla de San Martin, «La religión del Héroe», -1923- donde dice, que Mons.
Bogarin, obispo de Asunción, en carta enviada a Zorrilla de San Martin, cuenta como sucedió «la muerte cristiana del Libertador». Artigas tuvo, hasta los últimos
momentos de su muerte, los cuidados de doña Asunción García, de familia distinguida y piadosa. En un relato de ésta, manifiesta que Artigas al sentirse mal, sintió los deseos de recibir los últimos sacramentos. Es así que un familiar de doña Asunción García se encarga de preparar el altar para administrarle el Santo Viatico.

El Párroco de la Recoleta, Presbítero Cornelio Contreras, lleva al general, Su Divina Majestad. En algún momento, el General quiso levantarse, para recibir a Su Majestad», quien ayudado por los presentes la recibe levantado.

El General, como decía doña Asunción, después de recibir el viatico, queda tendido en su pequeño catre. En la semioscuridad se distinguía el crucifijo
colgado en la pared sobre su cabeza blanca, tan blanca como los lienzos del pequeño altar en que brillaban los dos cirios inmóviles.

Es indudable, que nuestro Prócer, vivía sus últimos momentos.

En el relato de doña Asunción, expresaba que las miradas estaban concentradas en aquella cara aguileña, no muerta todavía. En un momento, Artigas que tenía los ojos cerrados, los abrió de pronto desmesuradamente. Se incorpora de golpe y mirando a su alrededor, pregunta. ¿Dónde está mi caballo?… ¿Tráiganme mi caballo!… Y volvió a acostarse. Sus huesos, ya sin alma, quedaron tendidos a lo largo del catre.

Y así murió, tras rápida agonía, el Protector de los Pueblos Libres. A caballo y en paz. Era el caer de aquella tarde de Setiembre de 1850, en que terminaba aquel invierno. Aquí podemos recordar y traer a la memoria las estrofas del poeta español en aquel Poema del Cid Campeador, en que hace que le lleven su caballo de guerra, aquel Babieca tan conocido. Nuestro héroe dice al caballo, -(«un Morito») acariciándole la crin con la mano trémula; «Ya me marcho, buen amigo, Ya va a faltarte tu dueño…»

-De Bolívar, se cuenta que pidió su equipaje.

El Dr. Octavio R. Amadeo, Historiador Argentino, expresó en un fragmento; «Es un héroe a caballo, con su poncho al viento; es un centauro democrático.
Sale de la multitud, vuelve a ella, lucha con ella y para ella. Vivía en libertad relativa y al aire libre. En su agonía pedía su caballo, pero no como el rey vencido de Inglaterra para huir, sino como un héroe de América, para morir en la ley de la pampa.»

El romance de Artigas, en el lecho de su muerte, nos parece bello, tierno, el más hermoso.

Varias mujeres, hicieron poemas a Artigas. Delmira Agustina, le dedicó cuatro hermosas cuartetas al Prócer: Eres el Prócer de los ojos azules lleno de horizonte, de cielo y de mar; que desgarra del enigma los tules, porque has sido aquel que siempre supo amar.

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Artigas nace un 19 de junio de 1764. Un 5 de setiembre de 1820, se va al Paraguay. Tiene su Pascua, un 23 de setiembre 1850- El pasaje de Artigas por nuestras tierras, desde el año 1797, a poco de haber ingresado en los Blandengues, fue de sus primeras misiones en la zona norte. Tuvo varios pasajes. Luego en los años 1804, con campamento en el Tacuarembó chico; un 30 de junio comunica de sus incursiones en las Sierra de los Arroyos, Tacuarembó, Cuñapiru, los corrales, luego pasa por el Arroyo Batovi. Al igual su presencia en 1805. Posteriormente, su estadía en Casa Cuchilla de Piedra, desde 1807 al 1809. Artigas cumplió también, una función de colonizador, haciendo algunos repartos de tierras a vecinos de Tacuarembó, entre ellos, también, a Blas Basualdo y Baltazar Ojeda, dos de sus capitanes de confianza y muy apreciados por el Prócer. Pero en especial, a las mujeres, viudas, entre ellas a Justa Vega, con un campo en el vértice de arroyo Tranqueras. A lo que en 1886, descendientes de ésta, reclaman la propiedad ante la Junta Econ. Administrativa, en Tacuarembó, y se les entrega. A 200 AÑOS DE LA ÚLTIMA BATALLA DE ARTIGAS. Quiso el destino, que la zona de Tacuarembó, (En las nacientes del Rio Tacuarembó, a poca distancia donde se ubica Estación Ataques del departamento de Rivera.), fuese su última batalla, donde sale derrotado, un 22 de enero de 1820; comandada por el Cnel. A. Latorre. Defraudado y traicionado por sus amigos y otros…, Artigas, un 5 de setiembre del mismo año, cruza el Rio Paraná, hacia el exilio en Paraguay. En Paraguay le dan refugio, pero cuidando de toda influencia política y ni poder tener acceso a correspondencia alguna, fuera de país. Lo acompañó, hasta sus últimas horas, su fiel amigo Ansina. Pasa sus periferias. Fue un hombre de mucha Fe. Paraguayos y Guaraníes, misionenses, lo llamaban, Karay Guazu, -“Gran Señor”-. Cultivaba la tierra, Daba Catecismo a los niños y vecinos. Supo del aprecio de la gente. Artigas rodeado de mujeres, hombres fuertes y humildes, recita los poemas divinos y recibe a cambio, la ofrenda de pájaros y frutas. «Solo la sinceridad es heroica; solo la fe remueve montañas; solo Dios es Dios» LA MUERTE CRISTIANA DE ARTIGAS. *Hemos tomado de un trabajo realizado por el poeta de la patria, Dr. Juan Zorrilla de San Martin, «La religión del Héroe», -1923- donde dice, que Mons. Bogarin, obispo de Asunción, en carta enviada a Zorrilla de San Martin, cuenta como sucedió «la muerte cristiana del Libertador». Artigas tuvo, hasta los últimos momentos de su muerte, los cuidados de doña Asunción García, de familia distinguida y piadosa. En un relato de ésta, manifiesta que Artigas al sentirse mal, sintió los deseos de recibir los últimos sacramentos. Es así que un familiar de doña Asunción García se encarga de preparar el altar para administrarle el Santo Viatico. El Párroco de la Recoleta, Presbítero Cornelio Contreras, lleva al general, Su Divina Majestad. En algún momento, el General quiso levantarse, para recibir a Su Majestad», quien ayudado por los presentes la recibe levantado. El General, como decía doña Asunción, después de recibir el viatico, queda tendido en su pequeño catre. En la semioscuridad se distinguía el crucifijo colgado en la pared sobre su cabeza blanca, tan blanca como los lienzos del pequeño altar en que brillaban los dos cirios inmóviles. Es indudable, que nuestro Prócer, vivía sus últimos momentos. En el relato de doña Asunción, expresaba que las miradas estaban concentradas en aquella cara aguileña, no muerta todavía. En un momento, Artigas que tenía los ojos cerrados, los abrió de pronto desmesuradamente. Se incorpora de golpe y mirando a su alrededor, pregunta. ¿Dónde está mi caballo?... ¿Tráiganme mi caballo!... Y volvió a acostarse. Sus huesos, ya sin alma, quedaron tendidos a lo largo del catre. Y así murió, tras rápida agonía, el Protector de los Pueblos Libres. A caballo y en paz. Era el caer de aquella tarde de Setiembre de 1850, en que terminaba aquel invierno. Aquí podemos recordar y traer a la memoria las estrofas del poeta español en aquel Poema del Cid Campeador, en que hace que le lleven su caballo de guerra, aquel Babieca tan conocido. Nuestro héroe dice al caballo, -(«un Morito») acariciándole la crin con la mano trémula; «Ya me marcho, buen amigo, Ya va a faltarte tu dueño…» -De Bolívar, se cuenta que pidió su equipaje. El Dr. Octavio R. Amadeo, Historiador Argentino, expresó en un fragmento; «Es un héroe a caballo, con su poncho al viento; es un centauro democrático. Sale de la multitud, vuelve a ella, lucha con ella y para ella. Vivía en libertad relativa y al aire libre. En su agonía pedía su caballo, pero no como el rey vencido de Inglaterra para huir, sino como un héroe de América, para morir en la ley de la pampa.» El romance de Artigas, en el lecho de su muerte, nos parece bello, tierno, el más hermoso. Varias mujeres, hicieron poemas a Artigas. Delmira Agustina, le dedicó cuatro hermosas cuartetas al Prócer: Eres el Prócer de los ojos azules lleno de horizonte, de cielo y de mar; que desgarra del enigma los tules, porque has sido aquel que siempre supo amar.
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