Frente Amplio – Edil Alicia Stinton
Hoy voy a reflexionar respecto de hechos que suceden en nuestra sociedad, que a veces pasan desapercibidos, pero que son de tal contenido simbólico, que nos sacuden con fuerza, dejando ver como se consolidan cambios tan profundos, al punto de comprender que ya nada será igual.
El pasado 14 de agosto el Senado recibió la nota de renuncia del compañero José Mujica a su condición de Senador y para ilustrar voy a citar palabras del Senador Marcos Otheguy: “que ese día será recordado no solo por la importancia de ese hecho político, sino como el día en que los principales partidos de la oposición hicieron un profundo silencio, contribuyendo de manera explícita a un cambio profundamente negativo para el relacionamiento entre los partidos políticos en el Uruguay”.
Luego de la dictadura, Uruguay fue consolidando, con dificultades, una democracia de calidad, la mejor calificada del continente y entre las más reconocidas del mundo. Una democracia de calidad tiene como una de sus principales condiciones un sistema político de calidad, partidos fuertes, democráticos y la capacidad de tender puentes entre éstos, independientemente de sus diversas concepciones ideológicas.
En nuestro país, existieron circunstancias coyunturales donde se radicalizó la confrontación política, haciendo pagar un altísimo costo a los uruguayos. Pero fue la excepción: luego ha primado el diálogo respetuoso entre partidos y líderes políticos que representan historias y sensibilidades muy distantes, sin que esto impidiera jamás sentarse en torno a una mesa para encontrar los imprescindibles acuerdos cada vez que el país lo necesitaba.
Sin embargo, esta realidad hace un buen tiempo que viene cambiando; el tono del debate político y social ha entrado en una espiral de violenta confrontación.
En tiempos de la pos verdad, del reinado de las redes sociales, de la circulación de noticias falsas, de debates ideológicos a través de Twitter, la política se banaliza, se transforma en un triste espectáculo de rostros impostados y de pensamientos de baja intensidad.
Internet, sus redes sociales constituyen un fuerte potencial democratizador, al tiempo que se vuelven reductos de oportunistas o simplemente de estúpidos con pretensiones de filósofos.
El “tono” del debate político ha cambiado. Quizás a impulsos de formas de “comunicación” más recientes. Ahora campea la mentira, la descalificación personal, el apuro por el poder, cuestiones todas que pretenden justificar la pérdida de códigos esenciales que por un buen tiempo nos hicieron diferentes y admirados.
Para comparar, la medida justa es Argentina: hermanos tan parecidos y tan diferentes a la vez. Para definir la cultura política del pueblo argentino, Borges escribió: “Más que el amor, nos une el espanto”. Si queremos una comparación más ambiciosa, los países que más avanzan son aquellos que han consolidado sistemas democráticos de calidad y un Estado de bienestar que garantiza oportunidades a todos sus ciudadanos. En estos países, más allá de la alternancia de los partidos en el gobierno, hay ciertos acuerdos esenciales que permanecen.
Hace mucho rato que en Uruguay nos gana el enojo y la falta de respeto en el debate político y ciudadano. Más aún, cuando los principales partidos políticos optan por el camino de dinamitar los puentes con lo más representativo de la otra mitad de la sociedad, las distancias se agigantan a tal punto de convertirse en una brecha, que espero no sea eterna.
Hoy, desde mi lugar de Edil Departamental, con la facilidad para acceder a ser escuchada por una mayor cantidad de personas que el común de la gente, gracias a los medios de prensa aquí presentes, invito a los compañeros Ediles, así como a todas las personas que escuchen estas palabras, a que de aquí en más, antes de agraviar, insultar, escrachar y todos los sinónimos que se adapten a mi intención, que antes de publicar en redes sociales, dar notas, responder agravios, no lo hagan por impulso; que se tomen cinco minutos para pensar en el otro o los otros, empatizar, y luego expresar sus ideas con buenos argumentos.
Por último, quisiera decirles que hoy les hablé desde lo más profundo de mi corazón y que en nosotros está cambiar esta realidad.