Jorge Carozo Barcelona
Cuando experimentamos lo que significa la vocación de Hipócrates que juran todos los médicos al recibirse, vemos que esta es complementada en nuestro medio por el buen trato, la cercanía y el cariño, y muchos por ser desconocidos dejan de hacer lo posible y no en otros caso lo casi imposible.
Un médico amigo me dijo una vez que ellos “deben” hacer 3 cosas: primero curar; en segundo lugar, aliviar y si no pueden hacer nada porque el paciente no hay nada que hacer, consolar.
El Dr. Ciro Ferreira, se destaca por su sincera preocupación, llamando para saber cómo estás y como Director del Hospital de Tacuarembó, tiene un doble mérito porque además te llama y pregunta si necesito algo y queda a disposición. Claro que estas tres cosas no pueden hacerlas con todos los pacientes, pero de una manera u otra, siempre los hacen hasta dar el alta.
En este caso no intervino en directo, pero todos los días llamó hasta que le dije que estaba bien.
Es así que puedo decir a nuestros lectores que esa hipocrática está en todos y cada uno, vocación que empuja a «curar, a reconfortar y a fortalecer la debilidad emocional del enfermo» lo cual es esencial. La vocación se convierte así en capacidad terapéutica, a la que anima a no renunciar. Como subrayo, la vocación médica dice, “no entiendo de números sino de personas».
Ante la consternación de pasar estos malos ratos, es cuando lo gratificante se hace realidad, y eso es tener un verdadero médico de familia, de los que vienen a verte a casa, los que te llaman diariamente o los que mientras los llamas y esperas, empiezas a sentirte mejor. Es un médico que cura con la presencia y con sus palabras.
Vivimos en una sociedad medicalizada; con tantas campañas de prevención que hemos convertido a los sanos en pre-enfermos. Para mantenernos sanos precisamos, y necesitamos, comportarnos como enfermos. Me atrevería a decir que, en muchos casos, cuesta más dinero y recursos mantener sano al sano que curar al enfermo.
Nuestra sociedad está convencida que la tecnología todo lo cura o todo lo alivia. Una sociedad que no sabe qué tipo de médicos desea tener.
Sobre la solidaridad existe una bonita frase de Oliverio Girondo: “Solidario por predestinación y por oficio. Solidario por atavismo, por convencionalismo. Solidario a perpetuidad. Solidario de los insolidarios y solidario de mi propia solidaridad”.
El alcance de la profesión médica va mucho más allá de la sanación o la paliación del dolor físico. Su real vocación y entrega nos empujan a curar, a reconfortar y a fortalecer la debilidad emocional del enfermo, dándole fuerzas y ánimos para su recuperación total. A todos ellos mi reconocimiento y agradecimiento en las diferentes circunstancias que nos hemos encontrado.
Ellos cuentan con esa capacidad terapéutica, tanto de médicos como de enfermeros y enfermeras, a la que no deben renunciar nunca ni restar importancia a pesar de todo. La vocación médica no entiende de números sino de personas. Solo de personas.
1: La profesión médica está al servicio del ser humano y de la sociedad. Respetar la vida humana, la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del individuo y de la comunidad son los deberes primordiales del médico.
2: El médico debe atender con la misma diligencia y solicitud a todos los pacientes, sin discriminación alguna.
3: La principal lealtad del médico es la que debe a su paciente y la salud de este debe anteponerse a cualquier otra conveniencia.
Quiero terminar con una frase de unos de los más grandes médicos que ha dado la Humanidad:
Si ser médico es entregar la vida a la misión elegida.
Si ser médico es no cansarse nunca de estudiar y tener todos los días la humildad de aprender la nueva lección de cada día.
Si ser médico es hacer de la ambición nobleza; del interés, generosidad, del tiempo des tiempo; y de la ciencia servicio al hombre que es el hijo de Dios.
Si ser médico es amor, infinito amor, a nuestro semejante. Entonces ser médico es la divina ilusión de que el dolor, sea goce; la enfermedad, salud; y la muerte vida.