Algunos ciudadanos de este país pretenden atenuar la relevancia de la desconformidad de nuestra gente de campo, mencionando en forma peyorativa a los vehículos 4×4, y asociando esta herramienta de trabajo como un elemento suntuoso que descalifica cualquier protesta, por legítima que esta sea.
Es que seguramente asocian estas camionetas a las aventuras por las dunas del este o a costosas y extravagantes travesías imaginarias, desconociendo, de forma algo infame, la realidad de los caminos que nos toca desandar a los que trabajamos en el campo. Por esta razón vale la pena aclarar algunos puntos.
El término 4×4 refiere a un sistema de trasmisión de un vehículo en el que todas las ruedas reciben la potencia del motor. No tiene necesariamente relación al lujo o comodidad en su interior. Su uso es relevante en el campo porque permite acceder con el vehículo a determinados lugares que, con la tracción simple no sería posible.
Los que tienen cierta idea de la actividad agropecuaria, saben que las ocasiones en que esto es necesario son innumerables en lo cotidiano de la actividad productiva. Desde llevar ración o sal a los animales, o postes para alambrar, a revisar aguadas o cruzar por lugares inaccesibles para los vehículos de tracción simple.
Muchas veces es necesario llevar remedios para los animales, o cualquier otro insumo, a mangas que pueden estar lejanas y con difícil acceso. En algunos predios, poder contar con una 4×4 puede ser la diferencia entre llegar o no llegar al establecimiento.
Lamentablemente, no todos los productores pueden darse el lujo de tener esta herramienta, entre otras cosas por los impuestos que se pagan en Uruguay, que llegan a duplicar el valor real de la camioneta, lo que torna imposible para muchos poder adquirirlas, aún cuando se trata de una herramienta tan importante.
Yo soy de los afortunados que puedo manejar una camioneta 4×4. Gracias a esta herramienta, puedo entrar con todos los materiales a los corrales y puedo estacionar a un costado del cepo. Puedo armar allí mi laboratorio, sin que el barro y los escollos que suelen haber para acceder a las mangas me frenen. Puedo pasar por la taipa de una represa con más seguridad. Puedo accionar la doble tracción cuando hay muchas piedras en los caminos, con la intención de cuidar, al menos en la conciencia, las cubiertas que también cuestan una pequeña fortuna en este país.
Es cierto que para tener esta camioneta tuve que pagar más del doble de lo que un colega paga en Estados Unidos o en Nueva Zelandia. Y que mientras a los productores de estos países les sobra ese dinero para re-invertirlo en equipos y para mejorar su servicio, yo me quedo sin esa posibilidad, perdiendo competitividad en mi trabajo.
Eso mismo es lo que le pasa a los productores también en este asunto: al pagar tan caro esta herramienta, están perdiendo competitividad para invertir el dinero en otros rubros.
Dicho esto y dirigiéndome “a quien pueda corresponder”, pido disculpas por tener una 4×4.
Pero le aclaro, que toda vez que Ud pretenda argumentar contra la validez de la protesta de los productores mencionando el recurso de las 4×4, tan solo estará revelando su más completa, profunda y descarnada ignorancia sobre la vida y el trabajo en el campo…
Dr (Vet.) Guillermo de Nava.