Por Gabriela Balkey
Existe una cultura «pichi», marcada por una búsqueda frenética de la trascendencia, y para resolverlo hacen falta medidas a largo plazo. Pero no podemos esperar un par de generaciones porque nos están matando aquí y ahora.
Ayer de tarde mataron a mi vecina en la parada del ómnibus en Los Bulevares. Una mujer joven, enfermera, buenísima persona.
La mató un fuego cruzado entre un policía fuera de servicio y unos chorros que estaban robando un puesto de verduras en la feria en pleno centro de un barrio suburbano que hasta hace tres años era pura paz. Dos preguntas: ¿Qué cuernos aprenden los policías que son capaces de abrir fuego en medio de civiles? Que los medios presenten como «bala perdida» un fuego cruzado ¿no es mentir?
Cuando digo que el Estado no extiende su brazo hasta aquí, me refiero a que no hay pavimento, y donde lo hay, no hay veredas, ni saneamiento, poquísima iluminación, mucho menos transporte, y ninguna seguridad. La infraestructura faltante no nos complica tanto, pero la inseguridad ha trastornado nuestras vidas a extremos difícilmente imaginables hasta hace solo un par de años.
En realidad el Estado solo aparece por estos lares a través de la UTE, buscando hogares enganchados ilegalmente de la luz o similar. La sensación resultante es que al Estado lo único que le interesa es recaudar, perjudicar a los pobres que no pueden afrontar tales facturas, entre otras, porque son esos pobres «colgados» quienes aseguran la iluminación de la vía pública en muchos lugares.
«Zona de respuesta» le llama la policía, es decir que solo vienen si alguien los llama, y llegan, naturalmente, media hora después del delito, con suerte. Acá no hay una fuerza capaz de hacer cumplir otra ley que no sea la que los delincuentes imponen. Que una tragedia sucediera, era solo cuestión de tiempo. Tanto lo era que los vecinos llevan muchos meses moviendo cielo y tierra para pedir ayuda al Estado. Durante un tiempo hubo un PADO (Programa de Alta Dedicación Operativa), dando vueltas con frecuencia, incluso en esas zonas, y la cosa estaba un poco más tranquila; luego desapareció y la delincuencia recrudeció.
Los vecinos juntaron miles de firmas: nada. Se intentó hablar con representantes (del FA): nada. Se han hecho manifestaciones y cortado calles: nada. Mientras tanto, nos siguen robando y matando sin que el Estado dé el más mínimo signo de existencia. Sin abrir juicios de valor: ¿en serio les sorprende el linchamiento en Toledo?
¿Esta inseguridad es un problema global? Sí y no. Hay sociedades en que la inseguridad es endémica, como Colombia o México; aquí lo que parece haber es algo parecido a una epidemia. Pero dejando de lado improbables conspiraciones, seamos honestos: no es de recibo compararnos con países superpoblados, con inmensas extensiones, con bolsones de miseria tremendos, y donde los Estados históricamente corruptos nunca lograron imponer su ley en toda su extensión. Uruguay siempre tuvo un Estado potente y menos población que un barrio de México. Aquí es mucho más factible resolver el problema que en otros lados.
Otro argumento señala que si los que mandan son corruptos y ladrones, emiten el mensaje a la sociedad de que las conductas delictivas son toleradas. Los niveles de violencia en el delito que se ven actualmente en Uruguay no se ven en todas partes; quizás sí en América Latina, pero por nuestros niveles de desarrollo humano, por la fortaleza de nuestro Estado, por nuestra extensión geográfica y población, compararnos con nuestros vecinos es trampa.
VÍCTIMAS SIN VOZ
Sea como fuere, lo cierto es que los delincuentes gobiernan en buena parte de nuestros barrios, deciden sobre la vida y la muerte de la gente. Lo cierto es que sus principales víctimas son el resto de los pobres, los obreros, la clase media baja de este país.
La derecha y sus medios los instrumentalizan para su campaña y nada más. El FA parece solo capaz de decirles «pero ahora tenés trabajo y más plata, así que no te quejes; hacemos lo que podemos», sin entender que lo que hacen es inútil o insuficiente.
Pero al FA no le importa porque cree que lo volverán a votar, porque simplemente, como decía la dama de hierro «there is no alternative», porque la próxima elección se tratará de mantener esto de ahora, o arriesgarse a un caos como en Argentina o Brasil.
A CORTO PLAZO: PLAN DE EMERGENCIA PARA LA SEGURIDAD
Cuando se aborda el tema, en seguida aparecen los discursos humanistas que apuntan a las causas sociales, a la pobreza, la exclusión: todos argumentos de recibo. ¿Y con eso qué? ¿Qué se hace aquí y ahora? Quizás quienes sostienen esos discursos piensan que podemos esperar una o dos generaciones para resolver el problema. No estamos en condiciones de esperar 20 años para que esto cambie. Hay que hacer algo inmediatamente porque mientras esperamos solucionar los problemas de fondo que generan esta situación, nos están matando.
¿Que hay una campaña de los medios de comunicación y de la derecha explotando esa situación e intentando sacar tajada política? Más que cierto, pero no mienten, aprovechan la bolada. Negar la realidad es un grave error político. El gobierno muestra una actitud infantil, esconde la cabeza como el avestruz. Es un grave error porque se pierde la confianza de la gente que sí lo está viviendo y no es tonta. El gobierno debe reaccionar ya mismo.
¿Por qué se llegó a esta situación? Interesante debate, pero está pasando, aquí y ahora. Es imprescindible presentar un plan de emergencia contra la inseguridad, de la misma forma en que se presentó uno en 2005 contra la miseria. Porque si bien todos sabemos que el problema es complejo y no se soluciona mágicamente, también es cierto que algo hay que hacer ya. Es evidente que hay que presentar un plan con políticas que den resultado en tres niveles: corto, medio y largo plazo.
No creo que la solución de emergencia sea poner a los militares en la calle. Lo que sí es seguro es que como país estamos invirtiendo una millonada en financiar una fuerza militar que no reditúa en ningún beneficio para la sociedad que la financia. O bien la ponemos a servir para algo o bien destinamos ese dinero en otra fuerza que sí nos proteja. Lo cierto es que así no se puede seguir.
POLICÍA, JUSTICIA Y CÁRCELES
La primera obviedad es que hay que atraparlos. La incapacidad de la policía en la materia rompe los ojos. Se impone, pues, duplicar el número de policías, dándoles las herramientas necesarias para cumplir su cometido. Hace falta una potente inversión en ese sentido y bien podría venir de lo que estamos desperdiciando inútilmente en ejército. Estamos pagando de nuestros bolsillos un disparate en alimentar una tropa cuyas funciones actuales bien pueden ser realizadas por cuadrillas especializadas mucho más baratas. No nos podemos permitir, dado el nivel de emergencia nacional, tener miles de empleados ejercitándose para una improbable defensa contra potencias que quisieran invadirnos.
En segundo lugar, debe condenarse con penas importantes. ¡No puede ser que haya gente por la calle con 20 entradas! Entiendo los argumentos relacionados a los derechos humanos de los imputados, pero cuando sus derechos entran en conflicto con los derechos del colectivo social, uno debe priorizar.
No entiendo nada del nuevo código, no soy especialista, lo que sí entiendo es que vivimos en dos tercios de democracia. El Estado tiene tres poderes, pero solo dos son representantes del pueblo. Me parece imperioso que buena parte del poder judicial sea electivo, que sea separado en el tiempo de las elecciones nacionales, que se presenten candidatos, con diferentes propuestas de cómo hacer y que la gente decida. Me resulta incomprensible que el pueblo no esté llamado a dar siquiera su opinión con respecto a uno de los poderes esenciales del Estado. El poder judicial debe modificarse en función de las necesidades de la sociedad, y será a los abogados de bien exponer alternativas, porque lamentablemente los delincuentes ya no tienen miedo de ser apresados, saben que es rarísimo que puedan quedar presos por más de un ratito. Si eso implica cambiar la Constitución, pues bienvenido sea, que ya va siendo hora de actualizarla y no solo para esto.
Las cárceles deben ser centros de trabajo y estudio. Muchos toman la cárcel como «vacaciones»; lo he escuchado, no me lo contaron. Lo que ellos más odian en la vida es trabajar, por ello mismo cada preso debería trabajar 8 horas diarias para pagarse sus insumos, para indemnizar a su víctima en lo que haya robado (en caso de asesinato, la deuda debería ser fuertísima), y para generar en él hábitos de trabajo. De allí que las cárceles deberían tener quintas, chacras tambos, arroceras, industrias, etcétera, todo del y para el Estado. De tal forma que lo peor que les pueda pasar sea caer presos.
Quien no quiera trabajar no come, como sucede por otra parte en la vida real, fuera de la cárcel. Con una política así todos saldríamos ganando, incluso los presos adquirirían un oficio que les permitirá trabajar una vez fuera. Se podría oponer el argumento de que el Estado estaría haciéndole competencia a las empresas privadas, y sería cierto: bastaría que el Estado comercialice la producción al precio de plaza, y listo.
RELATO CULTURAL Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Pero ¿por qué nos ha pasado a nosotros, en tan poco tiempo? Intuyo que buena parte de la explicación tiene que ver con la estrategia en educación, cultura y medios de comunicación que ha tenido el Estado en los últimos 15 años.
Ni hablar de la publicidad, transmitiendo determinados valores; por ejemplo la idea de que si querés algo lo tenés que tener porque si no sos un gil. Vázquez se equivoca cuando dice que es la violencia explícita en TV lo que por emulación genera violencia. Eso es de un simplismo tal que desnuda la incomprensión profunda de cómo operan los medios en la cabeza de la gente. Es altamente preocupante porque significa que desde la cabeza del Estado no tienen ni idea. De entrada no entienden que la inmensa mayoría de los “malandros” no miran los informativos ni leen los diarios.
EDUCACIÓN: SE NOS EMBRUTECE A PROPÓSITO
Es una obviedad decir que la educación tiene todo que ver en esto. Si la «letra con sangre entra» era la tesis, a partir del 68, vivimos en la antítesis, con las consecuencias a la vista. Es evidente que urge una síntesis que integre aspectos de ambas.
Es urgente comprender que cometimos un error al eliminar de la ecuación educativa cosas como la disciplina, el respeto, el rigor, la sanción a la equivocación, el premio al esfuerzo. Debemos entender que el objetivo no puede ser que al niño le guste ir a la escuela o al liceo, que se divierta, aprendiendo algo, pero que se divierta. No. A casi ninguno de nosotros nos gustó nunca ir a la escuela, íbamos porque nos obligaban a hacerlo y así, de paso, nos transmitían valores vinculados a que en la vida no todo es placer y que hay obligaciones.
Es imperioso un giro radical en materia educativa. La gente que en los 50 salía de primaria pública tenía más herramientas en la vida para progresar que la que hoy sale de secundaria pública. Por eso se ven veteranos a quienes les fue bien arrancando de cero. Desde hace muchas décadas, si arrancás pobre, te quedás ahí. Es que el tema no era escribir sin faltas, el tema era el rigor, el tiempo, la inteligencia, la memoria, el esfuerzo para hacerlo y la recompensa de lograrlo. ¿Cómo medís esas cosas? Y no: ¡no es divertido! Mientras la educación se siga observando desde lo cuantitativo en lugar de lo cualitativo, no puede sino empeorar. Hay que pensar al país como una gran escuela de poco más de 3 millones de alumnos. Hay que entender que se ha infantilizado a la población y que hay que arrancar por poner orden en el aula.
Como vecina de Los Bulevares, si alguien lee esto y puede hacer algo, necesitamos un PADO durante las 24 horas para el barrio de forma urgente y que se anime a entrar a las zonas peligrosas.
PS: UNA VEZ ESCRITA LA NOTA, ME VOLVIERON A ROBAR. Por quinta vez. La muerte de mi vecina solo generó de parte de la policía la puesta de una patrulla que durante un rato, de día, transita tranquilamente por la avenida central del barrio. Sigue sin haber ninguna vigilancia en las zonas realmente peligrosas. Si no fuera indignante sería casi cómico. Si ni siquiera la muerte de un inocente logra hacer que algo cambie, es que el Estado nos ha abandonado.